11 abr 2010

De vuelta... al colegio (parte 2: Arguedas feat Eielson)

11 abr 2010

Unas de las vertienes inexploradas de José María Arguedas es la de maestro. Le gustaba tanto enseñar que estudió Pedagogía en San Marcos (después de Literatura).

Como profe, debutó en 1938 en un cole de Sicuani, Cuzco llamado “Mateo Pumacahua” enseñando castellano y Geografía. Cuando era profe, fue llamado por el Ministerio de Educación para una Comisión de Reforma de la Educación Secundaria. Incluso recibió las Palmas Magisteriales en grado de Comendador. En 1948, con la estupidez que caracteriza a nuestras autoridades, se le redujeron las horas de clases y el sueldo de maestro que recibía en el Ministerio de Educación, bajo la acusación de hacer propaganda comunista. Al año siguiente fue cesado.

Asimismo fue profesor Universitario en San Marcos (1958-1968) y en la
Universidad Agraria (1962-1969). También fue profesor en el Instituto Pedagógico Nacional de Varones donde le enseñó Etnología a otro poeta peruano: Leopoldo Chariarse.

En una carta a Westphalen le cuenta que sus alumnos leen en clase los poemas de Eguren y del propio Arguedas. Esto puede darnos una idea de las ganas del autor de Todas las sangres por difundir lo más reciente de la literatura peruana (si esto lo haría un escritor en la actualidad la APAFA lo lincha). Quizás este ánimo por darle un plus a los estudiantes fue el que lo impulsó a acercarse a su alumno Jorge Eduardo Eielson que,
en sus palabras, relata:
De mis tiempos escolares, podría decir que estuve una temporada en el Anglo-peruano y también en el Alfonso Ugarte. En este último me enseñaron Luis Fabio Xammar y José María Arguedas. Yo admiraba mucho a Arguedas como profesor, y eso aún no sabía mucho de mis escritos. Una anécdota que siempre recuerdo fue la vez en que tuve que escribir, como tarea para el curso de Historia Universal que enseñaba Arguedas, una serie de composiciones sobre los trágicos griegos. De pronto un día lo veo que corre hacia mí con la que yo había escrito en sus manos. Estaba furioso. Se detuvo y me preguntó de dónde lo había copiado. Le respondí que no había copiado nada, pero como me creía se enfurecía más y más. Al ver, sin embargo, que yo insistía en lo mismo pensó que de repente no le estaba mintiendo y me preguntó si tenía otras cosas escritas. Le dije que sí y en otra ocasión se las mostré. Creo le gustaron…

Luego encontré esta otra versión, de Miguel Reynel:
los alumnos lo querían mucho y algunos lo adoraban. Era un hombre con enorme sencillez, y sabía perfectamente cómo tratar a los muchachos. He conocido grandes investigadores pero que no podían con los estudiantes. En cambio él conseguía resultados magníficos. Eielson fue un alumno de Arguedas en el colegio Guadalupe y en la clase de castellano lo mandó a escribir un poema. Eielson le presentó uno y Arguedas lo llamó. Le dijo: ‘dónde has copiado esto’ y Eielson le dijo que no lo había copiado; entonces comenzó entre ellos una amistad entrañable...”
Imagen: Cherman

No coinciden los colegios, ni los cursos. Al margen de las contradicciones, Martha Canfield, gran conocedora de Eielson, en un apunte biográfico sobre él, nos señala:
“Siempre inquieto, cambia de colegio muchas veces hasta que, en los últimos años de la secundaria tiene como profesor de Lengua Española al entonces principiante José María Arguedas, el gran novelista peruano. Arguedas, impresionado por el talento del adolescente, estrecha con él una fraterna amistad y lo introduce, muy joven, en los círculos artísticos y literarios de la capital. Y es siempre Arguedas quien lo inicia en el conocimiento de la antigua cultura peruana, casi desconocida por el joven a causa de una educación de tipo colonial.

En una entrevista realizada por la misma Martha Canfield, Eielson nos disipa las dudas sobre su deuda con Arguedas y revela el lamentable alejamiento entre ellos:



J.E.E.— (…) Lo que quisiera añadir es que mi aprendizaje del Perú lo comencé en Lima, cuando conocí a José María Arguedas, y es por ello que ahora quiero recordarlo, con la misma intensidad con que hace poco he recordado a Taisen Deshimaru. Con una diferencia: mis relaciones con José María, tan calurosas en Lima, antes de venirme a Europa se enfriaron y hasta se interrumpieron durante su viaje a Roma en 1964, en compañía de Ciro Alegría y Sebastián Salazar Bondy. En esa ocasión me entregó su libro, Todas las sangres, generosamente dedicado y aprovechó para regañarme por mi larga estadía en este continente e incitarme a volver al Perú. Ante mis sinceras dudas al respecto, me atacó duramente y terminó diciéndome que me consideraba un traidor. Puedes imaginarte cuánto dolor me causaron esas palabras. Y más aún cuando viajé a Lima, unos años más tarde, y se negó a recibirme. Es un dolor que no se borrará nunca, como no se borrará tampoco el recuerdo de su incomparable amistad.
M.C.— Actuaba seguramente herido por tu ausencia; y con ello revelaba al mismo tiempo la gran estima que sentía por ti. Tal vez había también algo de paternal en esa reacción, puesto que fue él quien por primera vez, en el colegio reconoció tus dotes de escritor, como se sabe.
J.E.E.— Puede ser. Pero hubiera preferido que entendiera mis aspiraciones, que se diera cuenta que, no habiendo nacido en un pueblo de los Andes sino en una capital, mi formación, mi mundo, mi cultura eran diferentes. En el Perú hay un abismo entre la cultura urbana de la costa y la cultura campesina de la sierra. Los referentes históricos son demasiado conocidos para que ni siquiera los mencione. Mi admiración y mi profundo afecto por José María siguen intactos, pero nunca he podido compartir su actitud —que no era revanchista ni resentida, como alguien ha insinuado— sino terriblemente apasionada, hasta llevarlo a una suerte de fanatismo que no prometía nada bueno. Si viviera hoy día su maravillosa ternura india no podría soportar las sanguinarias empresas senderistas. Además de urbana, la costa es una puerta abierta al resto del mundo. Era natural que yo tendiera a salir, a buscar nuevos horizontes.
M.C.— Existe una tradición oral importante...(de la literatura oral)
J.E.E.— ...que no ha sido estudiada ni puesta en evidencia como se debe, y mucho menos en esa época. El estudio escolar de la historia del Perú comenzaba con la fundación del imperio incaico y la enumeración de los diferentes Incas, para pasar rápidamente a la Conquista y la Colonia, que constituían la mayor parte del curso, con un  apéndice republicano. Todas las extraordinarias culturas pre-incaicas, por ejemplo, no existían. Lo  único que recuerdo de esas clases es un largo,  mortal aburrimiento. Fue José María quien me reveló lo que hasta entonces me había sido negado.

Parecen dos autores completamente opuestos, pero no es así. Ambos a su manera fueron más allá de los géneros literarios, apostando por otro tipo de expresiones artísticas: las tradiciones orales, el folklore y su recuperación, para uno; y la pintura, escultura y un largo etcétera para el otro. Y al margen de las desavenencias, la mutua influencia y la amistad que compartieron es algo que no se olvida. Así da gusto ir al cole.
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2 floritos:

  1. estimado pollo,me he cruzado con usted en otro blog y al leer su perfil compartimos intereses varios entre ellos el "rojo y negro" y la literatura en gral, basandome simplemente en esto me atrevo a invitarle a conocer mi blog. un saludo y hasta pronto

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  2. Hola Julio!
    me parece superinteresante tu propuesta gastronómico-literaria. Voy a seguirla con interés. Espero que sigas así!
    Nos leemos! saludos!

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