sábado, 5 de junio de 2021

Fresán y el Quijote

sábado, 5 de junio de 2021

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Así como se cree, tal vez ingenuamente, que algún día seremos un país normal, con un mínimo de justicia e igualdad, yo prefiero imaginar que el libro que leo antes de una segunda vuelta electoral tiene algo que ver con la terrible decisión a la que cada cinco años nos sometemos.

Sobre ello suelo esbozar unas líneas. Acto con cierta dosis de resignación, como votar o escribir en un blog, porque "es lo mejor" o por simple costumbre.

Si bien leer suele ser mi herramienta clásica para alejarme de la realidad, es inevitable que por algunos resquicios esta se entrometa en mi eventual lectura. A veces, las casualidades y paralelismos con la política son hasta difíciles de creer. Eso me pasó con este libro.


En Jardines de Kensington, la historia tiene como trasfondo el "enfrentamiento" de dos personajes: Peter y Keiko (no es broma). Lo terminé de leer justo el día de la primera vuelta y no supe darme cuenta del mensaje que me había dado Rodrigo Fresán durante semanas, con una precisión que ya querrían varias encuestadoras. 

En esta obra, se nos presentan muchas aparentes dicotomías como el Londres decimonónico y el Swinging London, la infancia y la adultez, lo victoriano y lo sicodélico, la "realidad" y la ficción, la vida de J. M. Barrie y la Peter Hook. Y digo aparentes porque los opuestos se tocan (sino piensen en qué partido apoyó a Castillo cuando era un completo desconocido -si, Fuerza Popular-). Estos "opuestos" solo sirven para polarizar la ya bastante tensa situación que vivimos. 

Una novela que he estado leyendo en los últimas semanas es El Quijote. La empecé hace un lustro, terminé la primera parte y la dejé ahí; luego de un tiempo recién proseguí con la segunda parte que todavía no concluyo ¿Cinco años con lo mismo? Pues sí, y de alguna manera todos hemos estado así, con cinco años de inestabilidad como si las elecciones del 2016 en realidad nunca hubiera terminado. Si hasta le pusieron al presidente actual como apodo ese personaje.

Así como muchos sin leer El capital hablan de comunismo, puedo darme el lujo de comentar el Quijote cuando me faltan todavía algunos capítulos. Igual prefiero leer novelas que planes de gobierno, tienen menos fantasía. Y, ahora que recuerdo, para las elecciones del 2011 también comenté un libro un poco antes de terminarlo. 


 El clásico de Cervantes es también un buen ejemplo de las clasificaciones maniqueas: de un lado el flaco Alonso Quijano y de otro Sancho Panza, el loco idealista frente al pragmático que piensa primera en su barriga. Pareciera que el dilema que enfrentaremos mañana en las urnas es un poco así, o al menos de esa forma nos lo plantearon. 

Creo que no es necesariamente así, no es un duelo entre los principios y la economía. Más bien tal vez se sobrevalora al muy leído Quijote, obsesionado por la caballería como otros por la "democracia", frente al hombre de campo considerado ignorante y rústico que, como Sancho, habla enredado o pronunciando mal las palabras. Como sí solo ellas importaran. "Dale crédito a las obras y no a las palabras" (2da parte, cap. XXV). Entre alguien que dice que cerrará el Tribunal Constitucional, cambiará la Constitución, se quedará muchos años y alguien que ya participó de un gobierno que lo hizo es fácil saber a quien se le cree más. 

Cuidado con meternos nuevamente a la Cueva de Montesinos o liberar galeotes por seguir nuestros prejuicios, pues "hacer bien al villano es como echar agua en la mar" (1ra parte, cap. XXIII). De los dos partidos, uno tiene un capítulo entero, de los más largos, en Historia de la corrupción en el Perú, el libro que leía en las elecciones del 2016.

Sancho Panza aunque fuera un mal orador y no tuviera ninguna experiencia, no fue un mal gobernador de la ínsula Barataria o, al menos, supo resolver con inteligencia los casos en los que la población le pidió justicia.

Al final, supongo que las personalidades se invierten y no solo entre Don Quijote y Sancho, sino también en una candidata que ahora quiero aumentar bonos y los programas sociales que criticó a su rival de hace diez años. 

Nuestras situaciones también se invierten y a los hijos nos toca ser padres (como me enteré que me va a pasar). Como con la paternidad, con el voto hay que asumir la responsabilidad. Y sin miedo, porque así no se puede criar ni menos educar a nadie. El Quijote no tuvo medio al enfrentarse al rey de la selva y por eso dejó de ser El Caballero de la Triste Figura para convertirse en El Caballero de los Leones. Dejemos la tristeza y luchemos como fieras. Y que sobreviva el mismo que en la novela de Fresán. Yo votaré por Castillo.

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sábado, 29 de mayo de 2021

Sobre marcapáginas

sábado, 29 de mayo de 2021

2 floritos

Durante la infancia, todo es más simple. Por eso, en mis primeras lecturas, no usaba marcapáginas ¿existían siquiera? En una época en que conseguir leche, arroz, azúcar o “productos de primera necesidad”, por usar la ordinaria expresión periodística, era algo complicado, dudo que nadie haya tenido entre sus prioridades la adquisición de libros, menos de marcadores.



Confiaba en mi memoria, casi vacía de recuerdos y limpia de preocupaciones, para regresar a la parte en que se había detenido la acción. Muchas veces me equivocaba y terminaba releyendo algo que mis ojos ya habían visitado la noche anterior, pero no me importaba. No tenía apuro por terminar el libro de turno, en esos tiempos no existían planes lectores, conteos de goodreads, ni plazos. Uno leía con la alegría e ingenuidad de cualquier otro juego. Con esa misma ingenuidad, prefiero pensar que tampoco existían marcapáginas.

Fue a finales de la secundaria, o tal vez en la universidad, en que plantaba, cual bandera de explorador, cualquier cosa como señalador a mitad de un libro como diciendo que lo que estaba detrás ya había sido conquistado y lo que viene después es territorio salvaje y desconocido, en la que pronto mi mirada pasaría su estampa civilizadora.

Tan egregios propósitos eran cumplidos con modestos medios (lo usual era un boleto de bus). Pero ya me había contagiado con el hábito de controlar el proceso de mi propio placer. Como contraparte, perdí por completo la costumbre de releer: si no estaba dispuesto a leer dos veces la misma página, menos aún el mismo libro. En la adolescencia y juventud surge esta obsesión con la novedad, con probar cosas nuevas, sean lugares o drogas. No hay tiempo que perder. Todo va rápido y los libros hay que acabarlos ya, porque siempre hay un nuevo autor a descubrir o porque te lo pide la biblio.

Cuando tuve mi primer trabajo decente me aventuré a una de las ferias de libros y, la adquisición de, creo, la autobiografía de Borges vino con un separador de regalo. Durante la facultad, se sumergió en Capote, Joyce, Dos Passos, Graham Greene, Steinbeck y todos los escritores anglosajones que descubrí en esos años además, claro, de los nacionales y cualquiera que llegara a mis manos, de Kundera a Musil, de Bolaño y Dostoyevski. Se casi volvió parte de mi aspecto cotidiano y lo tenía siempre entre los dedos mientras lo leía, mucho más económico y saludable que los predecibles cigarros. Luego de una extensa sesión de lectura, clavar la bandera en un nuevo hito y exhalar un suspiro con la satisfacción de la tarea cumplida era también parte del placer literario “después de”. Aunque tuve y tengo muchos marcapáginas, ese aún lo conservo y a veces sale de su retiro para recordar que se siente echarse en un mullido campo de papel. Es, tal vez, el trozo de cartulina más culto que he conocido.

Trabajé en una imprenta en mi último año de carrera. Lo reducido de mi sueldo combinaba bien con la modestia de mi ropa, costumbres y de mi único señalador ¿para qué necesitar más? No era de leer dos o más libros a la vez. En la imprenta veía como elaboraban los marcadores: era básicamente lo que sobraba del foldcote de la carátula luego de pasar por la guillotina y, para no desperdiciar material se convertía en separador (es fácil darse cuenta en algunos libros de Estruendomudo). Con ello, le perdí a estos accesorios el poco respeto que les tenía. 


En las ferias del libro regalábamos por la compra un par de señaladores y no faltaba el candor del cliente que se alegraba por tan común obsequio. Una vez, metí como veinte marcapáginas a la bolsa de una compradora que me miró, ya no con gratitud, sino con sorpresa y hasta algo de indignación: le estaba mostrando que esos objetos eran tan inútiles como una tarjeta de presentación y tan absurda como coleccionar granos de arena.

A pesar de eso, y en franco signo de contradicción conmigo mismo, no desechaba los múltiples marcapáginas que fui juntando con el tiempo. Eran como recuerdos que me daba pena botar y ocupaban tan poco espacio que fueron acumulándose en un cajón con entradas a conciertos, boletos de cine, cards, y cosas así. Fueron aumentando y extendiéndose a nuevas latitudes: separadores de Argentina, Colombia, México, Cuba, Costa Rica, España, no solo de librerías y editoriales, también de universidades, museos, bibliotecas, institutos, ONGs y hasta bancos y marcas de vino, en español, inglés e italiano.


Supongo que, exceptuando los regalados, por familia y amigos, iré eliminando el resto: ya tengo muchas lecturas pendientes, no necesito marcadores vírgenes que nunca han reposado su frágil cuerpo sobre las blancas y cálidas páginas de un buen libro. No quiero esos pendientes en mi conciencia.

 

 

 

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miércoles, 24 de febrero de 2021

"El perfil del lagarto" - Carlos Paredes (reseña)

miércoles, 24 de febrero de 2021

3 floritos

Tal vez Vizcarra no sea tan malo como lo critican sus detractores ni tan bueno como lo alaban sus fans. Lo mismo pasa con este libro y aun con esta reseña-crítica-comentario.



El inicio es interesante, relatando los comienzos del ex mandatario y algunas irregularidades en las que participó durante finales de los 80 y 90 (es decir, cochinadas durante Alan y Fujimori ¿cuál es la novedad?). Luego, sus pininos en política postulando al Gobierno Regional por el APRA en una fraudulenta elección  y su participación en el "Moqueguazo" durante el segundo gobierno de Alan Damián (es decir, corrupción aprista, nuevamente ¿cuál es la novedad?).

Quizás el punto fuerte del libro es el análisis del paso de modesta lagartija a lagartón como Gobernador Regional en la que existen denuncias muy documentadas (como Lomas de Ilo y el tema Obrainsa) que merecen que se sigan investigando. Aunque también hay otras no tan sólidas como la Ruta del Pisco e incluso algunas que el propio autor cataloga como "leyenda urbana" (el barco del Chapo Guzmán), mezclado con comentarios ambiguos sobre contrataciones públicas (¿se habrá asesorado con alguien que realmente domine el farragoso tema legal?) en las que sus apreciones sobre adicionales y fraccionamiento tal vez no sean tan exactas.

Algunas exageraciones como comparar Pasto Grande con Machu Picchu (?) (p. 113) e incluso abiertas inexactitudes. Mencionaré dos: 1) p. 169: decir que los Bomberos dependían del Ejecutivo desde el gobierno de Humala (es mucho antes de eso) o 2) p. 180: Que Francisco Diez Canseco postula por primera vez a la presidencia este

 2021 (postuló también en 2016).

Pero sobre todo incomoda lo abiertamente agresivo que es con algunos de sus colegas (como César Romero y Rosa María Palacios) y, en cambio, lo sobón que es con otras personas como Beto Ortiz e incluso referirse a Germán Málaga como el "prestigioso Dr. Málaga" (?) (p. 223). No seas malo.

El texto baja un poco en la parte en que el lagartazo ya es un Godzilla que ocupa la Presidencia del Perú, capítulos en los que pudo haber más sustancia: se centra en personajes mediáticos (como Richard Swing o Hayimi) pero no dice casi nada del escándalo de los Cuellos Blancos, el referéndum o el cierre del Congreso. Hubiera sido interesante profundizar también en eso.

Las 3 partes más graciosas/irónicas del libro:

1. La primera investigación contra MV fue en los 90 en una Comisión del Congreso que recomendó denunciarlo por beneficiar a Jorge Camet en una obra, el único parlamentario que se abstuvo en la votación fue... Rafael Rey (p. 29)

2. En el 2006, el rival de Vizcarra en las elecciones para el Gobierno Regional de Moquegua fue víctima de una maniobra hecha por... Mauricio Mulder (p. 48)

3. El autor le escribió por whatsapp a Rossana Cueva (que se supone era su amiga) para denunciar el tema de las Vacunas VIP. Cueva lo dejó en visto. El autor insistió. Nada ¿Qué raro no? (p. 223)

Quizás esta reseña no sea confiable pues debo admitir que lo leí de un PDF. Aunque tal vez este ¿ensayo, reportaje largo, intento de biografía? tampoco lo sea desde que el autor fue asesor de Mercedes Aráoz.

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miércoles, 15 de enero de 2020

Un año femenino

miércoles, 15 de enero de 2020

2 floritos
Pensar que en el 2011 y 2012 hacíamos una listaza de los libros leídos como resumen del año. Ahora, en lo que parece casi una competencia de carácter deportivo para ver "quien lee más", vemos en goodreads cada reto más atorrante que el otro y en Instagram todo es "20/40", "55/60" entre otros guarismos que solo reencarnan el pánico infantil que le tuve durante la primaria a las fracciones.

Suficiente motivo para que los resúmenes del año sean hace tiempo distintos porque, para empezar, da flojera hacerlos a fin del año viejo, siendo los indicado escribirlos al comienzo del nuevo con toda la perspectiva que te dan miserables quince días extra.

Al inicio del año (bueno, en marzo-abril) dos referencias libreras ocupaban primeras planas: la primera, sobre el flamante nuevo Primer Ministro:



La segunda, un libro que fue motivo de polémica aunque seguramente nadie lo haya leído (?) (al menos no sale ne goodreads):



Sin duda este fue el año de Vargas Llosa, no solo por Tiempos recios que nos hizo recordar por momentos sus mejores épocas, sino hasta por haber sido homenajeado con su propia FIL. Solo el cumpleaños del Nobel pasaría algo desapercibido en el face de la Universidad San Marcos, en comparación con la muerte de "perrovaca". 

Este año, Bryce anunció su retiro de la literatura. Aunque hubo otro retiro más sonado, el del propio MVLL de la presentación del libro La literatura es fuego de Mariana de Althaus en la FIL. Luego la propia Mariana retiraría también la presentación de los eventos programados. Esto empezó por la crítica a la Bienal MVLL en la que se cuestionaba el número de mujeres participantes y terminaría en el roche de la inauguración de la misma FIL en una mesa compuesta exclusivamente por hombres. Sobre ello, algo escribí aquí.



Entre memes del gato y del Joker, la parlamentaria Karina Beteta superaría a Joyce con un enredado discurso que bien merecía que cierren el Congreso (al final eso ocurrió). Y para que vean que los libros siguen siendo apreciados en nuestro país, una chica que arrolló con su auto y mató a dos jóvenes salió a dar una entrevista con una bonita biblioteca de fondo, como recurso clásico para parecer buena onda.



Siguiendo en #ModoLector, como todos los años, se discutió la renovación de la Ley del libro y nuevamente se prorrogó su vigencia, para beneplácito de nuevas librerías como la de Estruendomudo o la web de Buscalibre. Mientras en el Perú seguíamos discutiendo estos trascendentales temas y en Suecia se revelaba al ganador del Nobel del 2018, con un año de retraso, por el escándalo sexual ya conocido y, claro también al del 2019; en Sudamérica estallaba una pequeña revolución.

Llamada por algunos el "nuevo boom latinoamericano", escritoras de nuestro continente continuaban ocupando portadas, integrando recuentos y obteniendo premios. Algunas ya las había leído como Samanta Schweblin y otras, venidas de Ecuador, eran un grato descubrimiento; como María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda; de Ecuador.

Fue en ese país (que por fin visité este año) donde también empezaron una serie de protestas que seguirían en Chile (donde se colocaban carteles con extractos de un libro de Zambra y Zurita salía a marchar bandera en mano) y Bolivia (donde un escritor ganaría las elecciones hasta antes de un golpe de Estado). 



¿Y acá? Discutiendo sobre el número de "había" de Mañana tendremos otros nombres de Patricio Pron. Hasta que el Tribunal Constitucional no tuvo mejor idea que liberar a Keiko Fujimori y, en esa fatídica sentencia, citar innecesariamente Los geniecillos dominicales de Ribeyro, que debe estar revolcándose en su tumba. Al menos este año no nos malograron la Navidad ni el Año Nuevo.

¿Y el resumen de la década? cuando acabe el 2020 :)
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jueves, 24 de octubre de 2019

Consejos para NO comprar libros (5): Robar, pues

jueves, 24 de octubre de 2019

3 floritos
Algo clásico de mi generación es mojarse por Bolaño hasta el punto de seguir leyendo cualquier cosa que encuentren de él, así sea un post it. Si Los detectives salvajes crearon escuela, una de sus consecuencias, casi como si de una especie de cosplay se tratara, es darle un nuevo impulso al robo de libros.



Cuando he trabajado en ferias me he visto perjudicado en más de una ocasión por estos polémicos actos de los amigos de lo ajeno. Sería mentir decir que ahí empezó mi relación con el robo (fue en la primaria) pero lo cierto es que una vez le comenté a alguien mi mala suerte y posterior descuento en el misérrimo sueldo que recibía por estar parado como un gil dos semanas en un stand. Ella solo atinó a responder:

"¿Hay gente que roba libros?" 

Sorprendida ante mi revelación, como sugiriendo que con tantas cosas para robar y con el riesgo de que te quemen vivo (lo que le hacen a los ladrones en algunos lugares) vas a ser tan imbécil de robar algo tan poco valioso. "Hasta los libros se roban" títuló un diario de Puebla, como si fuera una estupidez (por cierto, ahí también quemaron vivo a un ratero). Tal vez por eso dicen que robar libros no es robar. Y es que, en realidad, es hurtar, lo que le quita la espectacularidad. Claro, a menos que vayas con un arma a una librería, pero es obvio que de esos casos no estamos hablando (aunque suceden). 

Así que, visto desde la otra perspectiva, sustraer un ejemplar no es en lo absoluto "cool" como nos quieren hacer creer tanto los que están a favor como en contra de Bolaño, Fresán y compañía. No tiene nada de especial y es que, literalmente, hasta un perro puede hacerlo. Entonces la pregunta cae por su propio peso ¿Por qué carajos jugar, no es exageración, con fuego?

La interrogante no es retórica, ni busca justificar dicha conducta, no solo porque no me interesa dar clases de moral; sino también porque en un mundo en que todo es relativo y se puede aplaudir la muerte de alguien (en defensa propia, porque te robó o lo abortaste), no tendría sentido esmerarme en buscar indulgencia para un acto que a veces solo implica la pérdida de menos de un dólar. Solo intentaré explicarla, algo muy diferente.

Podría esbozar una vaga referencia romántica a que "el libro es el alimento del alma" y, como el hurto famélico no es delito (cfr. artículo 445 del Código Penal), mutatis mutandis, el robo de libros sería considerado un ilícito de  bagatela. Pero la respuesta no va por ahí. Ensayo tres.

Ribeyro decía, en La caza sutil, que “El amor a los libros, como toda pasión violenta, está sujeta a toda clase de arbitrariedades”. Una de ellas puede ser el agarrón sutil de obras sin pagar. Y no puedes ponerte en plan "de qué va a comer el artista" pues nunca pensaste en eso las incontables veces que compraste discos y películas piratas. Eso es peor aún que robar un ejemplar aislado, es mantener una industria que gana dinero con la pérdida ajena. El tema es que, en asuntos bibliográficos, nos hacemos muchas bolas por el carácter medio sacro que todavía tiene el papel y la palabra escrita. Como si fuera un caso "especial". En El laberinto de los cincuenta, Iwasaki comenta como se horrorizan que en el colegio se tenga que memorizar poemas, pero nadie cuestiona ser obligado a aprender fórmulas polinómicas o la tabla de los elementos químicos. Este doble rasero ocurre también en el mundillo librero. No nos sorprenden otros escamoteos, pero el de libros nos parece intolerable. 

Una segunda explicación puede partir de la imagen estereotipada que se tiene de los lectores: gente pasiva, sedentaria, que se refugia en la fantasía por no enfrentarse a la realidad. Naturalmente, todo ello es falso y la bibliocleptomanía sirve para demostrar que un lector puede también ser un hombre de acción y sin miedo al peligro. Es una especie de reivindicación o reclamo a la mirada burlona de los no lectores. O, dicho de otra forma, es por pura pose, por tratar de escandalizar, como los artículos de Alberto Olmos (inserta meme de Bart golpeando una cacerola), escritor que, por supuesto, está en contra del choreo. Por eso no devolver un libro prestado no cuenta como robarlo, aunque se la parezca, porque quedártelo no tiene el menor mérito.

Aunque, principalmente, creo que esta rapacería es causada por el significado que puede tener la literatura para los true fans, el verdadero lectodependiente incurable. Cuando los libros son tu religión, no existe norma terrenal que valga. Todo culto exige sacrificios y ofrendas. Y la auténtica devoción se demuestra en los hechos, en poner a disposición de tu fe la reputación y hasta la integridad física. Cualquier puede, en plan chill, ser booktuber y mostrar sus funkos, pero solo un real enfermo de literatosis vilamatiana llega a los extremos (modestos, seamos sinceros) de atentar contra la propiedad privada.

Y eso te lo sugiere constantemente la misma víctima: desde El juguete rabioso de Roberto Arlt hasta el protagonista de 4,3,2,1 de Auster, pasando por uno de los cuentos de Llamadas telefónicasEl nombre de la rosa y el demasiado evidente título de una película soporífera, el robo de libros es un tema común en la literatura. Es casi como que lo legitima.

Así que son libres de atreverse o no. Pero eso sí, nada de ser choro monse como Alfredo Bryce o, peor aún, ser tan sanazos de pedir consejos para aventurarse en esto. Como con el arte de escribir, solo queda guiarse por la luz, cegadora o tenue, de nuestro propio talento. Aunque, quien sabe, por ahí deslizo algún tutorial, algún día...
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lunes, 7 de octubre de 2019

Consejos para NO comprar libros (4): Tómate un café

lunes, 7 de octubre de 2019

1 floritos
En Pureza de Jonathan Franzen, la protagonista dice que algo que le hace sentirse feliz es leer el periódico en un café. Aunque parezca ingenuo o hasta snob, por una razón que tampoco entiendo, siempre se ha asociado el café con los libros. Una amiga que le gritaba al mundo los lugares a donde se iba de viaje, antes incluso de que existiera facebook, comentaba que le había impresionado la vida cultural de una ciudad X porque tenía muchos "museos, librerías y cafés". No me quedaba muy claro que tenía que ver una cosa con otra ¿La cafeína inspira la buena literatura? Si fuera así todos los oficinistas harían obras maestras. Hasta donde recuerdo más ejemplos se encuentran en el alcohol o las drogas y no por ello diría que la rockola de la esquina demuestra la vitalidad intelectual de mi barrio.



Se dice que los cafés son tradicionalmente parte de la actividad literaria, un punto de encuentro para la tertulia, la conversación, el libre intercambio de ideas. Pero, temo que eso es algo más del siglo XX. Ahora la única charla que se inicia en un café es para pedir la clave de wifi. ¿Se imaginan un movimiento literario discutiendo en un "Starbucks"? Paso.

Hasta que luego de cavilarlo, y habiendo tomado ya la mitad de mi capuchino, llegué a la conclusión que, después de todo, mi amiga necesitada de atención no estaba tan equivocada: los cafés sí dan su aporte a la lectura. Pero no cualquiera, claro. Solo los que tienen libros.

Si bien es una oferta limitada solo a algunos distritos, es decir, igual que las librerías, los cafés con minibiblioteca están ahí, solo hay que buscarlos. Es una buena alternativa para no solo hojear, sino leer libros completos, sin tener que comprarlos. Aunque en algunos locales los precios son a veces un robo (igual que las librerías), hasta ahora no he visto que un café sea más caro que un libro; a menos que le agregues postre, ahí ya no sale a cuenta). Obviamente hay que tratar de hacerla larga, para demostrar nuestros conocimientos de catador y poder terminar de leer el ejemplar escogido. Hay muchos textos breves, que tranquilamente se pueden acabar en un par de horas. Así, leí uno de Ampuero, Malos modales, y creo que, más lo que tomé, bien valían los 8 soles. A la semana siguiente repetí con Caramelo verde y me pedí un te del mismo color que me salió incluso menos.

Podrían pensar que la oferta de la pequeña repisa de una cafetería no tiene nada interesante. Falso. Justamente porque estas bibliotecas las llenan con los sobrantes o con lo que nadie quiere en su propia casa, se encuentran cosas interesantes o, al menos, difíciles de hallar en una librería, que suele estar más pendiente de lo que está de moda. En mi caso, me llamó la atención algo de Banana Yoshimoto y un texto de Anthony Burguess que, aunque no lo crean, escribió más que La naranja mecánica (un vaso de leche también es más barato que un libro).

Si la taza está vacía y ya te comiste la galletita de cortesía, siempre queda el último recurso: pedir un vaso de agua. Supongo que, para algunos, no se ve muy bien. Y, en general, pareciera que no es chill gastar poco, aunque en instagram las publicaciones con el café y el libro sean muy comunes. Como si, para que la foto salga bien, el libro debe ser propio y jamás prestado.

Cuando estás en crisis económica total, hay un peldaño más bajo: leer en tiendas o librerías. A más de uno se le ha ocurrido ir avanzando, por capítulos, un libro hasta llegar a la última página. Naturalmente, ello es intolerable porque el objetivo de una librería no es que leas sino que compres. Alguna vez leí una novela breve en un supermercado hasta que el personal de seguridad me invitó cortésmente a cesar en mi intento.

Pero existe incluso un escalón aún más bajo si no quieres, o puedes, comprar un libro: robarlo.

De eso hablaremos la próxima semana.
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lunes, 23 de septiembre de 2019

Consejos para NO comprar libros (3): Prestar libros es bueno

lunes, 23 de septiembre de 2019

1 floritos
En el número anterior, comentábamos las ventajas de los libros electrónicos, incluso de los que son bajados gratuitamente. Colgar el PDF de un libro en la web para su descarga es básicamente prestarlo a alguien anónimo, sin recibir nada a cambio. Casi como dejarlo en un parque, como en "Libera un libro" u otras campañas de bookcrossing. Aunque pueden existir algunas dudas sobre la legalidad de esto en el mundo virtual, en el mundo real nadie diría que debe prohibirse prestarle un libro a un amigo o conocido. Curiosamente, esto es visto a veces, como algo peor, pero por las razones opuestas.



Coloca "prestar libros" en google y te encontrarás con auténticos monumentos a la idiotez, ya no diré literaria, sino de simple sentido común. Supuestas "razones" por las que no se debe prestar ningún ejemplar de tu biblioteca (como si fuera la gran cosa). No solo el clásico "Tonto quien presta un libro, pero más tonto quien lo devuelve", que no tiene ningún sentido porque, o te burlas de la honradez o de su ausencia, pero no de ambas ¿o no estás conforme con nada? Veamos algunas otras citas leídas en este artículo.  

"Quien presta un libro, pierde un amigo". En serio, ¿puede existir una frase más estúpida? Despierta, ese tipo nunca fue tu amigo, no le eches la culpa a, no sé, Los detectives salvajes de tu mediocridad para conocer a una persona y darte cuenta de su manifiesta cleptomanía. Además, no es tan difícil "asegurarse": el trueque mutuo, sinalagma que garantiza, sino la recuperación y un método bastante explícito para hacerle recordar al otro que te debe algo, por lo menos una indemnización material y simbólica de que le causas el mismo "dolor" al uña larga.

Y en otra perla de la imbecilidad, el autor dice que no es necesario prestar una obra porque "no estamos hablando de la patente de un medicamento esencial para evitar una pandemia". Precisamente por eso es que se puede prestar, porque nada de lo que tienes en tus estantes es tan importante, no pasará nada si se pierde.

"Los libros son como los auriculares, las jeringuillas, los zapatos, las esponjas de baño, el cepillo de dientes y la férula de bruxismo: no se deben compartir". Por Dios ¿Donde te metes los libros? ¿Sabes? no gracias, creo que en tu caso está bien que no los compartas, pero por salud pública.

El premio se lo gana este: "Prestar libros es un crimen". Como si la solidaridad fuera delito. Pareciera que en el fondo no les importa la cultura ni su difusión, sino solo que la sala se vea rebosante para impresionar a las visitas. A veces creo que estas frases son inventadas por librerías o editoriales, a las que, quizás, no les hace tanta gracia la idea de que exista una situación en la que no ganan nada. 

No crean que vivo en las nubes: también he prestado y varias veces no me han devuelto. Pero, por favor, uno debe superar los traumas. Si te sigue doliendo, anda a un sicólogo. Más de una vez me ha mordido un perro y no por eso voy a juzgar al pelotudo que piensa que es feliz por gastar una fortuna en un animal que no sirve para nada. 

Nadie dice que debes prestárselo a cualquiera. Obvio que a alguien de confianza. Y que tenga ella su biblioteca también, para el canje de rehenes. No tienes que prestar precisamente la primera edición autografiada de tu autor favorito. Existen muchos otros que puedes ofrecer (se supone que tienes una "gran biblioteca" ¿no?). 

Me gusta prestar libros porque es una forma bonita de decirle a alguien, sin palabras, "¿quieres ser mi amigo?". Porque me los devuelven forrados. Porque te da automáticamente un tema de conversación con alguien y, a veces, hasta un gusto en común. Porque cuando me prestan un libro y me gusta, ya sé que iré a comprarlo con la seguridad de que no me decepcionará y de que estoy invirtiendo bien. Porque, cuando se lo presto a alguien, sé que, le guste o no, saldrá de la duda y no comprará por gusto. Por eso hay que prestar libros. Porque, entre otras cosas, es la única forma de que te los presten a ti. Y así ganan ambos.

Si tienes siempre miedo a lo que le pase a tus libros, la solución es simple: solo ten libros electrónicos. O, sino, relájate, anda a dar un paseo por el parque y tómate un café. Tal vez esa sea la solución, como veremos, en la próxima entrega.

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lunes, 9 de septiembre de 2019

Consejos para NO comprar libros (2): Internet, obvio

lunes, 9 de septiembre de 2019

2 floritos
Cuando no sabemos qué hacer, recurrimos a San Google. Quizás así llegaste a este texto, buscando una alternativa a la angustiosa compulsión de la compra. Este buscador, e Internet en general, vienen siendo la respuesta hace años a las ganas de escuchar música y ver películas. Creo que actualmente nadie compra discos ni bluerays pero, por alguna extraña razón, parecería que aún tenemos reticencias para leer frente a una pantalla y necesitamos pagar por las obras que buscamos.

Es gracioso como nos alucinamos tan modernos, siempre conectados y actuales, gastando harto billete en un smartphone, en la velocidad del ancho de banda, pasando buena parte de nuestra vida frente a una pantalla, pero en cuestión de libros, seguimos básicamente en el siglo XIX. Misterio.



Muchos aún se resisten a leer "en PDF" porque supuestamente cansa a la vista, es sinónimo de pobreza (según los memes), manifiesta imposibilidad de fotos para los booktagrammers o simplemente se repite la clásica melopea nostálgica (inserta aquí el floro sobre el placer de romper la bolsita, el olor a nuevo, etc. etc.)

El primer argumento, el único en realidad, fue superado hace años con los eReaders. Confesaré que yo tampoco tengo uno pues, ingenuamente, pensé que algún día "bajarían los precios" o al menos "podría conseguirse en cualquier tienda de Lima". Luego de más de una década, sigo esperando, inútilmente, tal vez. 

Ello, por supuesto, no me ha impedido leer varias veces online. Desde casi todas los bestseller de Dan Brown hasta las dos partes del Martín Fierro, pasando por textos de divulgación (Bryson, Asimov, Morris) hasta cómics. Aun recuerdo cuando se hablaba de la "revolución del libro electrónico", en la misma época de la Primavera árabe. Ninguna llegó por aquí. Y creo que ambas, que empezaron con muchas esperanzas, no terminaron de cubrir todas las expectativas

Los consumidores de libro en papel no solo no han desaparecido, sino que incluso han aumentadoEl eBook no acabó con el libro físico, que ha vencido enemigos más formidables, desde la Inquisición hasta los nazis, sino que incluso terminó convirtiéndose en su aliado, demostrando que ambos formatos pueden coexistir. Pasamos de las tabillas, al papiro, al pergamino, al papel, ahora también a la pantalla. El formato es lo de menos (casi todas empiezan con "p"). En música, se pasó en menos tiempo del disco, al cassette, al cd, al Ares, al spotify. Solo los lectores nos hacemos bolas. Preferimos usar Internet para comprar el libro en una tienda virtual, que descargarnos el mismo libro al instante.



Debo aceptar que aún mantengo un prejuicio. Leer en computadora, entre los ajetreos de la rutina, la bulla y el apuro, no me parece la mejor opción. Por ello, hasta ahora no he leído a ninguno de mis autores favoritos en digital. Siento que debo disfrutarlos con la tranquilidad y el tiempo que se merecen y que, por ahora, no me ofrece una pantalla en la oficina. Pero eso se solucionaría fácilmente con un Kindle que podré usar donde quiera, chill, tirado en mi cama. Y que tarde o temprano terminaré adquiriendo.

No hay excusas, ni es tema de millenials. De hecho,si buscamos en Google, descubriremos que también somos millenials (a menos que tengas más de 40). Y si seguimos buscando, encontraremos más libros que es casi imposible hallar en alguna librería. "¡Vivan los libros electrónicos!" dice Rosa Montero en el prólogo de El amor de mi vida. Si hasta una señora casi en base 7  no se hace paltas, no veo porque nosotros sí. 

Además de la portabilidad, la facilidad de almacenamiento, transporte y la casi infinita posibilidad de conseguir libros al instante, muchos de ellos descatalogados, existe la misma ventaja de sacar un ejemplar de la biblioteca: a veces solo queremos darle una hojeada. Y lo mejor de bajarte un libro de la web es que: ¡¡es GRATIS!!

(Disclaimer: aquí es cuando viene un sanazo y dice que él paga por cada libro electrónico que adquiere porque está en defensa de los derechos de los autores, la propiedad intelectual y blablabla. Muy al margen de que el título de este post es bien clarito, eres tan libre de pagar por un ebook como de conseguir que alguien te lo preste. Pero de eso comentaremos en la tercera entrega de esta serie).
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lunes, 26 de agosto de 2019

Consejos para NO comprar libros (1): Mis 5 bibliotecas favoritas

lunes, 26 de agosto de 2019

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A veces creo que entregaría las hojas de todos mis libros para revivir las verdes de la Amazonia. ¿Sientes que no puedes hacer nada por mejorar la situación? Tal vez comprar menos, sobre todo los innecesarios, que luego tienes que rematar porque no resultaron tan buenos como decía la contratapa. Créeme, cualquier árbol vale más que muchas de tus adquisiciones. Y quizás algunos bosques sean más importantes que ciertas bibliotecas. No solo la ganadería destruye las selvas: la fabricación de papel tiene un impacto innegable, de acuerdo al Ministerio del Ambiente.

No queremos ponernos en plan Marie Kondo (bueno, ya lo hicimos el año pasado, antes que salga la serie incluso), pero sí darte algunos tips para que gastes menos. Si no te convence nada: No lo hagas por el planeta, hazlo por tu billetera. Hace unos años, dí algunos consejos para comprar libros. Es momento de hacer lo contrario. 







Aquí es donde cito a Borges y lo del paraíso y todo eso. Ay si, ay si. Puro humo, porque muchos que se llaman lectores nunca van a una biblioteca aduciendo que "no pueden leer ahí", "no les gusta" etc. Claro, necesitan toda la concentración del mundo para tan virtuosa actividad, pero no se hacen problemas de leer en un bus maloliente y bullicioso, infestado de congéneres que no tienen su excepcional sensibilidad. 

Por eso el primer consejo es: vayan a la biblioteca. Es cierto que en nuestro país, el acceso a bibliotecas en general (ya ni siquiera públicas) es restringido. Pero con un poco de esfuerzo, uno se encuentra con hallazgos que valen la pena. Así que, de paso, les comentaré sobre mis cinco bibliotecas favoritas, un poco como contrapeso a mis cinco librerías favoritas.

5. Biblioteca Nacional: Aunque sufre la gran desventaja de que no entrega libros a domicilio, por su importancia histórica y tradición, tiene ejemplares casi imposibles de encontrar en otro lugar. Se necesita paciencia, como en todo lo relacionado a la lectura. Por eso, tuve que ir tres veces para acabar un libro de Bill Bryson, que si no no hubiera leído, y pasar la vergüenza de carcajearme ante imaginarias miradas atónitas, porque en realidad no había nadie, además de la señora que cuida.  


4. Biblioteca del Centro Cultural de España: Gratuita, préstamos por 15 días y encima en lugar céntrico. Además tiene una gran colección de comics. Su punto fuerte, lógico, es la literatura de dicho país y también la latinoamericana. Aunque fue el único lugar donde encontré La conjura de los necios y leí por primera vez a Beigbeder. Lo único malo es que abre solo cuatro días en horario de oficina. Privada con espíritu de pública.

3. Biblioteca del Metropolitano: ¡Qué buenos libros se encuentran aquí! Una amplia colección de Anagrama, Salamandra, Seix Barral, cómics. Me atrevería a decir que es mejor biblioteca que la de algunas "universidades". La única donde encontré esa obra maestra llamada Expiación de Ian McEwan. Gratis y con diversas sedes, además de en la Estación Central, en el norte y el sur de la ciudad. Lo malo es que solo permiten llevarte ejemplares a casa por una semana (con posibilidad de renovar a otra) y no hay donde sentarse.

2. Biblioteca Ricardo Palma: Se volvió uno de mis refugios en los últimos tiempos. Tiene dos áreas muy cómodas, una de periódicos y revistas y la otra de libros (y no solo, literatura). Casi gratuita -y gratuita para los que viven en Miraflores-, préstamos por quince días (pudiéndose renovar por igual tiempo), variadas sedes, buen horario e instalaciones cómodas con internet. Ahí leí la última novela de Franzen (que no hay en otro sitio), Houellebecq entre otros y suele adquirir novedades casi todos los meses. Y lo mejor de todo: es estantería abierta. Para qué mas.   

1. Biblioteca de la PUCP: Esta si es privada y aquí entra el feeling y lo subjetivo. Me han prestado material hasta por 45 días y, en otras épocas, solo por horas. Es lo más cerca que me he sentido de la idea de la popular cita borgiana. He leído (y visto películas, escuchado discos y aprendido cosas) tantas veces entre sus muros que es difícil calificar este rincón. 


¿Qué ventajas tiene leer de la biblioteca? Para empezar, se puede revisar con más calma que en el apuro de una librería, sino estás seguro de empezarlo o no. Pero además es una buena herramienta para motivarte a acabar una obra y tener un plazo fijo para hacerlo, que es el de devolución. A diferencia de muchos libros que compramos y siguen ahí, sellados con su bolsita y todo, durante años.

No es ponerse en plan progre, no existen solo razones ecológicas o económicas. Es un tema de nuestro derecho de acceso a la cultura. Pero como tus prejuicios pueden más, tendré que aplicar el ad hominem: Alberto Olmos adora las bibliotecas. Y a él no lo puedes acusar de progre, tal vez de machista, cínico o lo que sea, pero de progre no. Si hasta se burla de Greta Thunberg, una chica de 16 años (¡qué malote!) que protesta contra el cambio climático. Así que si él no se hace problemas por leer de una biblioteca, no veo porqué tu sí. 

Confieso como desventaja que las fotos de un libro de biblioteca, con su sello y código en el lomo, no salen tan bien en Instagram, lo que supongo es lo que más preocupa a algunos. Porque son tan giles que piensan que #PrayforAmazonia es una pérdida de tiempo, pero por alguna razón sus "historias" de Instagram, no. 
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martes, 13 de agosto de 2019

FIL 2019: Este post no cumple con la paridad

martes, 13 de agosto de 2019

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Esta FIL no estuvo dedicada a un país. Estuvo dedicada a un hombre. Cualquiera que hubiera sido, a alguien no le iba a gustar.



Me pregunto si la FIL del 2049 se la dedicarán a una mujer (y si, para empezar, habrá feria o al menos un planeta habitable). O, si al menos, existirá una mayor igualdad entre géneros. Este debate también ha afectado la literatura, sobre todo desde hace unos meses en un manifiesto contra la Bienal del mismo homenajeado en esta FIL, la que se criticó por haber sido organizada sin perspectiva de género y con "machismo subyacente". Luego vino la respuesta, dimes y diretes y, como era fácil de prever, estalló en la misma feria, específicamente en la inauguración en la que solo había hombres. Y después las decisiones de no presentar libros, las peleas por redes, etc. Lo de siempre. Como el machismo. Es innegable que existe en la sociedad, aunque muchos no quieran reconocerlo, pero no es lo único que nos cuesta percibir.

Tal vez podríamos empezar por reconocer lo obvio: que la FIL es un evento privado organizado por un gremio de empresarios, la Cámara Peruana del Libro. Su principal objetivo siempre será mejorar su actividad económica. Por eso, parte importante de esta Feria son las "jornadas profesionales" que, básicamente, son una oportunidad de negocios.

Es cierto, que también es en parte, una actividad cultural, en que se ofrecen presentaciones y conversatorios (de lo contrario sería absurdo comprar una entrada solo para ingresar a stands, nadie paga para ver tiendas, ni siquiera para las librerías más hermosas). Pero festival cultural, con ese nombre, es el Hay Festival. Podría decirse que esa es la justificación para que se cobre derecho de ingreso. No recuerdan que hasta el 2005, la FIL era gratis. Es verdad que no tenía tantos invitados de renombre como ahora, pero también es cierto que solo en los últimos años han llegado un par de premios Nobel y autores novedosos (antes la situación era penosa). Y a los que pagan por tener un stand que son, finalmente, los que sostienen la FIL seguramente les importará más que su inversión sea rentable más allá de otra cosa. Créanme, si no les es rentable no lo van a hacer (acuérdense de la Feria del Libro de Lima Norte). Y están en todo su derecho.

Por eso, es ingenuo pretender adjudicarle a un evento privado la obligación de tener un número de mujeres determinado en una mesa de inauguración. A diferencia de un organismo estatal, que deben acatar directivas inspiradas en políticas públicas, los privados no pueden ser forzados a cumplir algo no previsto en la ley. Una cosa es una lista para el Congreso y otra un panel. Existe el derecho a la participación política, pero no a ser invitado a una presentación.

Distinto es cuando las empresas que decidan solidarizarse con algún movimiento u optar por alguna postura voluntariamente, como por ejemplo el apoyo a una mayor paridad o visibilización de las mujeres. Aunque, siendo realistas, es fácil concluir que, en muchos casos, colocarse la insignia pro-algo es más estrategia de imagen que compromiso sincero. 

La paridad y la igualdad son importantes, pero es algo que, como un abrazo, no se pueden forzar en ciertos ámbitos. En Como ser mujer de Caitlin Moran, con un feminismo tan lúcido como divertido y que nos convence lo necesario que es, la autora nos cuenta como, en sus inicios como periodista musical en los 90, veía con sorpresa como casi todos los rockstars eran hombres y, ahora, sucede todo lo contrario: las más vendedoras y reconocidas son mujeres. Y todo eso sucedió sin cuotas ni boicots sino naturalmente. Finalmente, los lectores son siempre los que deciden. Y nadie puede obligarlos a leer la misma cantidad de mujeres que de hombres, porque (¡oh, sorpresa!) hay cosas que no se pueden obligar, por más buenas que sean.



Quizás lo que necesitamos es más espacios para la visibilización de las mujeres en literatura, una feria sin fines de lucro como principal motivación. No solo la AntiFIL, sino tal vez un evento de carácter público, organizado por el Ministerio de Cultura y que no sea todos los años en la capital (de esa invisibilización pocos hablan). Podría ser en febrero o marzo, para aprovechar el impulso de las compras escolares. Librerías y editoriales estarían felices de tener otro espacio más, porque a muchas les importa más que compres libros aunque no los leas, lo que venimos diciendo hace años. Si un Ministerio gasta millones en un evento como PerúModa, no veo porque no puede hacerlo en "PerúLibros". Lo importante es encontrar soluciones.  No tiene sentido convertir esto en una guerra con bandos irreconciliables. Total, por el mismo tema Marisa Glave se abrazó con Luz Salgado ¿no?

Recuerdos de otras FIL:










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miércoles, 27 de marzo de 2019

Los tiempos del odio - Rosa Montero

miércoles, 27 de marzo de 2019

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Como diría Sprite, es temporada de haters. Vivimos los tiempos del odio. Pero hay que mantenerse fresco. Y este libro vaya que lo logra.



Debo admitir que quizás me puse también un poco hater con Rosa Montero y ya le estaba perdiendo un poco la fe por sus dos últimas entregas. Su última novela, La carne, creo que no es tan buena como la mayoría de las que le hemos disfrutado. Y la anterior a ella, El peso del corazón, la segunda parte de la saga de Bruna Husky, no mantuvo el interés de la primera, Lágrimas en la lluvia.

Sin embargo, sin amor no vale la pena vivir. Y algunos personajes (y algunas autoras) nos son tan queridas que es difícil no volver a ellas. Sobre todo si vemos que en este tercer volumen, no solo hay la cuota necesaria de aventuras y acción de la saga – que pide a gritos una película – sino también una nueva evolución física y sicológica en la protagonista. Eso es probablemente lo más interesante de esta última historia: la transformación tanto del personaje de Bruna Husky como de la niña rusa e incluso, la contraparte masculina, Paul Lizard.

Como en toda buena trama con tintes policiales, nada es lo que parece y ahora el mundo de la protagonista se enfrenta a una triple amenaza: los Ins, la guerra con Cosmos y la misteriosa incursión en política del millonario Lago. Además vemos a la tecnohumana en varias situaciones inesperadas (una al estilo de la película Gravedad) y distintas a la de sus peripecias anteriores, incluida una en la que tiene que adaptarse a una época muy antigua para ella, un poco en la onda de la también tercera entrega de Volver al futuro.

Pero lo más interesante, es que por fin se descubre el origen de la replicante, con un guiño quijotesco, y las últimas páginas son las mas conmovedoras, que te dejan el corazón latiendo agitado. Definitivamente esta es la más trepidante y la mejor de la trilogía (y hemos reseñado todas).

Creo que, como en Toy Story o Indiana Jones, la franquicia debería acabar aquí, en su tercer episodio. Sin embargo, la escritora tiene entre sus planes, escribir una cuarta parte. Tal vez valdría la pena si matan brutalmente al bubi Bartolo, esa mala copia del mordelón de Futurama.
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lunes, 18 de marzo de 2019

Americanah - Chimamanda Ngozi Adichie

lunes, 18 de marzo de 2019

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¿Por qué la gente preguntaba "De qué trata" como si una novela tuviera que tratar de una sola cosa? (p. 255)

Hace casi diez años, cuando empecé con este blog, me preguntaba si era machista por haber leído tan pocas mujeres (y que no me haya gustado ninguna). Muchas cambios han sucedido desde entonces, personales y del rol de las mujeres en el mundo. Puede ser incómodo hablar de temas de género, como también lo puede ser de la raza o de la clase social. De esto y mucho más va esta novela.



Americanah es la visión del mundo principalmente a través de los ojos de dos grandes personajes como Ifemelu y Obinze, los dos pilares que sostienen la obra a través del relato de varias generaciones y tres continentes. Son más de 600 páginas, en tercera persona, en la que buena parte de la historia se narra en una peluquería, así como Conversación en La Catedral se relata en un bar.

"(...) leyó una novela tras otra y se sintió defraudado: nada era solemne, nada era serio, nada era perentorio, y casi todo se disolvía en la nada de la ironía" (p. 339)
La profundidad sicológica, las reflexiones atinadas, la filuda ironía y la desconcertante lucidez de la autora hacen de este libro uno destinado a cuestionar muchas de nuestras creencias y prejuicio y darnos cuenta lo parecidos que somos: no pensé que seríamos tan similares a Nigeria, tenemos los mismos desalojos violentos a ambulantes, la misma obsesión por el pollo con papas fritas, la costumbre de limpiar los cubiertos con servilletas, la huachafería.    

La novela incluye muchas reflexiones, algunas surgen del blog de la protagonista, que analiza el racismo de forma muy interesante (o al menos más que algunos que se dedican al tema como Marcos Avilés) A pesar de ello, no se pierde el interés por la historia, que empieza in media res: queremos saber como  Ifemelu llega a establecerse en Estados Unidos y si llegará o no a encontrarse con Obinze.
"Ni siquiera puedes leer narrativa estadounidense para formarte una idea de como es la vida real hoy en día. Lees narrativa estadounidense para enterarte de cosas que hacen los blancos disfuncionales y son extrañas para los blancos normales" (p. 439)
Aquí no sucede eso. Como pasa con Jonathan Franzen, el libro es una potente radiografía de nuestros tiempos. Al igual que en Libertad o Pureza, la narración en tercera persona tiene algunas "islas" en las que los personajes hablan sobre sí mismos en primera persona, en este caso, Ifemelu mediante sus blogs. Y me imagino la sonrisa burlona de la autora, al compararla con un hombre blanco norteamericano pero, por ahora, es el referente más cercano que tengo. ¿Ombliguismo machocéntrico? Tal vez lo sean también las precisas referencias que hace la autora de otra novela de un varón blanco anglosajón: El revés de la trama de Graham Greene

El revés de la trama puede parecer una Americanah, al revés. Es la historia de un hombre blanco anglosajón en África, sus dudas, su hastío, su sentido de lo que es correcto o no, de su vida vacía. Y sobre todo es un libro sobre lo difícil de la elección: elegir a una persona, elegir su amor; temas que también son importantes en la novela de Chimamanda. Escoger el amor puede ser tan difícil como escoger el país donde vivir o nuestra verdadera identidad. O el cabello ideal.

(A partir de aquí hay algún spoiler, pero muy suave)

En la primera parte del libro, cuando los dos miembros de la pareja son aún solo niños en la escuela, oímos la queja de Obinze a Ifemelu porque su mamá le obliga a que le guste la novela del británico, a pesar que él prefiere leer lo que viene de Estados Unidos aunque sea "ligero" (p. 104). 

En la mitad de la historia, luego que Obinze ya ha pasado por la "experiencia occidental", cambia de opinión y desdeña las obras que no pueden "abordar la complejidad real y profunda de la vida humana (...) Greene es el polo opuesto, demasiado taciturno" (p. 355).

En la parte final, Ifemelu confiesa que leyó el libro por la madre de Obinze, que le encanta y que es "(...) auténtica literatura, la clase de historia humana que leerá la gente dentro de doscientos años" (p. 565). Obinze se da cuenta que Ifemelu es como su madre, es como él, sienten lo mismo. El círculo parece cerrarse.       

Incluso, luego que la novela parece una sucesión de varios hechos, recién en las últimas 60 páginas se da un auténtico "revés de la trama" y la intensidad de lo que pasa conmueve y apesadumbra, aunque el final es algo apresurado.

Americanah es una obra que refleja la complejidad real y profunda de la vida humana y que espero que se lea en doscientos años. Y que puede ser un reto, si estamos acostumbrados a leer siempre lo mismo. Pero el libro se abre y te repite la misma palabra con la que termina: "Entra".  

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