30 mar 2015

Matar a un ruiseñor - Harper Lee

30 mar 2015

Como es conocido, luego de 55 años, Harper Lee escribirá un segundo libro, que será la continuación de Matar a un ruiseñor, titulado (al menos, por ahora): Go set a wachtman, incluso ya tiene portada.

Así, que mientras Vila Matas quizás tenga que eliminarla de su lista en Bartleby y compañía, nosotros aprovechamos para leer el único libro de la afamada autora, el que es considerado el N.° 1, por encima de la Biblia, como libro que hay que leer



Nos habían dicho que el libro tenía un ritmo muy lento, como el que suele achacarse al escenario geográfico donde ocurren los hechos: el Deep South norteamericano. Un mundo, donde las cosas transcurren sin prisa porque "no hay nada qué hacer, ni nada que comprar" como se menciona al inicio de la versión fílmica con Gregory Peck.

Sin embargo, el ritmo no fue un problema para dejarse atrapar por la novela, que en tono sencillo y casi lineal nos narra la vida de Scout Finch: como vive con su hermano mayor Jem, la criada Calpurnia y su padre Atticus, sus juegos, sus días en el colegio, sus vecinos, etc. Creo que es la primera vez que leo un libro en que el narrador es una niña y es desde su particular perspectiva donde nos enteramos de los principales sucesos.

Debe haber algo similar a otros libros de esta región en las que los protagonistas son niños como en Las aventuras de Huckleberry Finn, Las aventuras de Tom Sawyer y las aventuras de otro chico sureño: Joel Knox de Otras voces, otros ámbitos, la primera novela de Truman Capote, que fue un gran amigo desde la infancia de la autora que venimos comentando.

Fue de hecho el autor de Desayuno en Tiffany's el que asocié con uno de los personajes de Matar a un ruiseñor: Dill, el amigo de los hermanos Finch, siempre fantaseando y jactándose.

Y aunque hay muchos personajes memorables, como Boo Radley, el que deja una impronta imborrable es sin duda Atticus Finch, que aunque en la película tiene un look a lo Clark Kent es un héroe del tamaño de Superman.

Aunque pareciera que no tiene mayores alusiones metaliterarias, me llamó la atención el capítulo 12, en el que Calpurnia comenta que aprendió a leer con los Comentarios de Blackstone. Aunque no cuente como escritor, ese señor fue un jurista inglés muy conocido no solo por su libro, sino también por su célebre frase "es mejor que diez personas culpables escapen a que un inocente sufra". Y vaya que la novela tiene que ver con ello.

A pesar de ello, no creo que pueda catalogarse a esta novela como una "novela judicial", así al estilo de Scott Turrow o John Grisham (otro autor sureño). Si habría que etiquetarla en algún genero, supongo que el nunca bien ponderado Bildungsroman sería la opción más adecuada. Y por partida doble: aunque más se aprecia el aprendizaje de Scout, la evolución de Jem es también muy interesante (y sin duda de mayor identificación para los chicos). En la obra, se puede sentir como ambos van cambiando y dándose cuenta que el mundo de los adultos no es como parece, que Maycomb no es el mejor condado del mundo, que su familia puede tener tantos defectos como la de los vecinos que siempre se critican, que no siempre un Ewell conocido puede ser mejor que un Boo Radley por conocer. Y, claro, lo más importante, que es pecado matar a un ruiseñor. Y que a veces una simple niña puede recordárselo a un ser cuasi mitológico como Atticus Finch.



¿Defectos? Creo que lo único malo es el final, luego de la parte del juicio se llega a un climax que es difícil de superar y de ahí el interés por los hechos decae un poco. El tema racial, aunque no sea el único central, tuvo bastante impacto en la época de su publicación,  (1960) por el movimiento de los derechos civiles. Cien años antes también se había iniciado una guerra por motivos raciales, en la que una novela también influyó en el público: La cabaña del tío Tom. Supongo que el nombre de Tom Robinson no es casualidad, uniéndose al personaje de Harriet Beecher Stowe y a otro Tom famoso que se me viene a la mente: Tom Joad, el protagonista de Las uvas de la ira. Otra cosa en común que tiene ambas novelas es que las dos están ubicadas en los duros años de la Gran Depresión. Y, bueno, que ambas fueron premios Pulitzer que tuvieron versiones fílmicas al años siguiente de su publicación, premiadas con sendos Oscares. 

Es poco esperanzador pensar que la creadora de Atticus Finch, un ejemplo de ética, haya ¿aprobado? la publicación de la secuela de esta novela, autorización que quizás fue conseguida con medios poco éticos (teniendo en cuenta que está casi sorda y ciega). Aunque se ha hecho una investigación en la que se afirma que no fue presionada para romper su silencio de medio siglo.

Pero es esperanzador que, a pesar de los años y los libros leídos, de los prejuicios o la versión fílmica, uno puede seguir encontrándose con libros como éste, que de forma sencilla y hermosa, te conmueven, te divierten, te intrigan y te recuerdan que no hay nada como la literatura.
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