SPOILER ALERT: No tengo idea de la respuesta, pero creo que vale la pena hacer un ejercicio sobre este tema.
Todos vamos a morir y no nos llevaremos nada al otro mundo. Solo cuando alguien cercano fallece nos damos cuenta de esto y, pasando a un tema quizás más frívolo, me pregunto si es lógico seguir comprando y comprando libros que se convertirán en polvo como nosotros mismos.
Por si acaso, aquí somos superhinchas de los libros físicos, así que la pregunta de si vale la pena tener libros en casa (obviamente, me refiero a libros en papel o, por decirlo de una forma "de carne y hueso") está para mí zanjada y no me extenderé mucho en ese tema. Solo diré que los libros digitales son muy útiles pero, al menos yo, y estoy seguro que la mayoría, por un buen tiempo, seguirá prefiriendo los libros que pueden tocarse y olerse.
Todos vamos a morir y no nos llevaremos nada al otro mundo. Solo cuando alguien cercano fallece nos damos cuenta de esto y, pasando a un tema quizás más frívolo, me pregunto si es lógico seguir comprando y comprando libros que se convertirán en polvo como nosotros mismos.
Por si acaso, aquí somos superhinchas de los libros físicos, así que la pregunta de si vale la pena tener libros en casa (obviamente, me refiero a libros en papel o, por decirlo de una forma "de carne y hueso") está para mí zanjada y no me extenderé mucho en ese tema. Solo diré que los libros digitales son muy útiles pero, al menos yo, y estoy seguro que la mayoría, por un buen tiempo, seguirá prefiriendo los libros que pueden tocarse y olerse.
Entonces, queda claro que hay que tener libros en casa pues, como dice el viejo adagio "una casa sin libros, es como un cuerpo sin alma". La pregunta es ¿cuánto sería lo recomendable? Como para tener, quizás no el alma de la Madre Teresa de Calcuta, pero al menos algo que llevar al purgatorio o al infierno ¿no? Y últimamente hemos comprobado como algunos jueces están obsesionados por la cantidad de "libros".
Un punto de partida puede ser empezar sabiendo cuántos libros tenemos actualmente en nuestra morada. Aunque parezca extraño, mucha gente no lo sabe. Yo, por ejemplo. Y no soy el único, como se relata en este artículo de Letras Libres. Sin embargo, también eso es complicado. Si bien en aplicaciones como goodreads hay listas de los libros que uno posee, en mi caso esa relación nunca es actual, va cambiando constantemente, con todos los libros que me regalan, algunos que compro y los que vendo, regalo, un constante fluir de entrada y salida. Además está el tema de qué libros "cuentan" y cuáles no, como el caso de las fotocopias o los que están muy desgastados ¿En busca del tiempo perdido cuenta como uno o como siete? ¿Y un tomo de "Obras completas" cuenta como uno o como varios? En mi caso, casi nunca adquiero los volúmenes recopilatorios, prefiero agenciarme los libros sueltos, como comenté hace tiempo. Si revisamos una de las últimas encuestas al respecto, la mayoría de personas en nuestro país no tiene más de 20 libros en los estantes.
Soslayando algunos de estos casos límite, más o menos se puede tener una idea aproximada de la cantidad de libros que ocupan nuestra vivienda. En mi caso, deben ser unos 300. A veces siento que no son tantos y que me faltan muchos que me gustaron y me gustaría tener, supuestamente, para releerlos o para revisar alguna frase o algo que no me quedó muy claro. También puedo usar la excusa de mi padre que compraba "para el niño", lo que está justificado incluso por algunos especialistas que refieren que un hogar con más de 500 libros da una ventaja escolar de 3 años a los engendros. Como yo no tengo critters, aún no puedo emplear esa salida, pero la tendré en cuenta.
Quizás la mejor forma de decidir cuántos libros tener, sea "preguntándole" a la casa misma, es decir, analizando fríamente el espacio del que se puede disponer. Muchos desearían una habitación especial para la biblioteca, pero en los departamentos cada vez más liliputienses que nos ofrece la vida moderna, esto es casi inviable. Tenerlos en el dormitorio es una opción común o, mejor, en la sala, para pavonearse ante las visitas (las cuáles la tendrán más fácil al momento de "llevarse un recuerdo"). Un amigo tiene tantos libros que los guarda en cajas y bolsas, y se le han perdido algunos o tal vez varios, ni él lo sabe, porque encerrados y lejos de la luz llevar el control es difícil, además que se condena a estos bellos adminículos a la humedad y el deterioro. Un libro no se merece estar prisionero. Si no puedes darle una vivienda digna en un estante medianamente decente o si terminan ocupando rincones de la cocina o hasta el baño, es una señal claro que tienes demasiados.
No puedo dejar de mencionar lo que, en sus Prosas apátridas, reflexionaba Julio Ramón Ribeyro sobre esto (y eso que en esa época no existía el e-book):
“La biblioteca personal es un anacronismo. Ocupa demasiado lugar en casas cada vez más chicas, es oneroso formarlas, nunca realmente se las aprovecha en proporción a su costo o volumen. Un libro leído, además, ¿no está ya en nuestro espíritu, sin ocupar espacio? ¿Para qué conservarlo, entonces? ¿Y no abundan ahora acaso las bibliotecas públicas, en las que podemos encontrar no sólo lo que queremos, sino más de lo que queremos? La biblioteca personal responde a circunstancias de tiempos idos: cuando se habitaba el castillo o la casa solariega, en los que por estar aislados del mundo era necesario tener el mundo a la mano, encuadernado; cuando los libros eran raros y a menudo únicos y era imperioso poseer el codiciado incunable; cuando las ciencias y las artes evolucionaban con menos prontitud y lo que contenían los libros podía conservarse vigente durante varias generaciones; cuando la familia era más estable y sedentaria y una biblioteca podía transmitirse en la misma morada y habitación y armarios sin peligro de dispersión. Estas circunstancias ya no se dan. Y sin embargo hay locos que quisieran tener todos los libros del mundo. Porque son demasiado perezosos para ir a las bibliotecas públicas; porque se cree que basta mirar el lomo de una colección para pensar que ya se ha leído; porque uno tiene vocación de sepulturero y le gusta estar rodeado de muertos; porque nos atrae el objeto en sí, al margen de su contenido, olerlo, acariciarlo. Porque uno cree, contra toda evidencia, que el libro es una garantía de inmortalidad y formar una biblioteca es como edificar un panteón en el cual le gustaría tener reservado su nicho”.
Supongo que llega un momento de la vida en que ya no se puede seguir pensando en comprar libros, sino en comprar una casa más grande donde guardar esos libros. Tal vez eso sea lo que algunos llaman "madurez".
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