Pareciera que la literatura actual, como la sociedad, cada vez toma menos en cuenta la familia, como si fuera una entidad caduca. Si no, fijémenos en las series de televisión: antes eran todas familiares, como Tres por tres, ¿Quién manda a quién?, Paso a Paso, Alf, Belvedere, Matrimonio con hijos. Podría haber un extraterrestre o algo más raro como un simpático mayordomo inglés que sirviera de elemento que producía graciosas situaciones, pero el fondo siempre era el mismo: la familia.
En cambio ahora, las series suelen ser de personas que no viven con su familia o que simplemente no lo son: The Big Bang Theory, Two Broke Girls, The Office, Orange is the new black... La mayoría pasa más tiempo en sus trabajos o con sus amigos y la familia pasa a ser algo secundario, donde puede suceder cualquier cosa menos algo agradable (lo más cercano a una familia es The Walking dead, como para que se den una idea de como nos aterra la idea de estar juntos).
Pero empecé tratando de hablar de literatura y terminé divagando sobre series de televisión, algo imperdonable. Como les comentaba al inicio, la literatura parece darle la espalda a la familia y es común que los personajes o protagonistas de la narrativa sean personas muy solitarias, casi marginales. Pienso en los protagonistas de Coetzee, Saramago, Murakami, Roth o Auster, que no solo no tienen hijos, ni pareja estable sino que a veces no tienen ni hermanos o padres o al menos no los mencionan. ¿Qué pasó con la unión familiar a toda prueba como en Las uvas de la ira?
Sin embargo, no toda la narrativa contemporánea es así. La novela más importante del siglo XX (por lo menos en español) es básicamente la historia de una familia: Cien años de soledad. Para algunos la mejor novela en inglés de este aún joven siglo XXI, y sin duda uno de los mejores libros de la década que pasó (entre los que se encuentra El mar de Banville) es también un relato similar: Las correcciones de Jonathan Franzen.
Dividida en siete partes ("St. Jude", "El fracaso", "Cuánto más lo pensaba, más se enfadaba", "En el mar", "El Generador", "Unas últimas navidades", "Las correcciones") el autor nos va presentando a los integrantes de la familia Lambert: papá Alfred y mamá Enid; los hijos: Gary, Chip y Denise.
La semana pasada, el blog de goodreads publicaba una nota sobre 10 familias que te gustaría invitar por el Día de Acción de Gracias. Estaba la familia Finch de Matar a un ruiseñor. Pero no estaba la familia Lambert. Y si se hace la misma encuesta por Navidad, la respuesta sería peor aún. De hecho, la novela de alguna forma gira en torno a esa celebración.
Con solo cinco personajes principales, construye un universo completo, una "novela total". Pero lo hace de forma sencilla, su lenguaje no necesita de metáforas complicadas, de prosa poética o de grandes descripciones. Hay todo ello, pero sin excesos. Y realmente te transporta, sientes en carne propia a sus personajes, se mete en tu mente.
Sus frases largas, cargadas de referencias, ironías, perífrasis, no cansan y nos recuerdan lo absurdamente complicadas, desordenadas y caóticas que pueden ser nuestras rutinas, nuestros días y lo que significa la clase media, muy en la onda de Bullet Park de Cheever. Oraciones que, de vez en cuando, tiene por ahí ciertas inclusiones muy sutiles: alguna etiqueta, un corazoncito mal dibujado, un par de mails, titulares como el capítulo VII de la obra más famosa de Joyce.
Libro cubierto de tantos adjetivos, bañado en epítetos, plagado de calificaciones de "obra maestra" no necesita en lo absoluto uno más por mi parte. Solo puedo decir que confío, o espero, que de acá a muchos años, la gente leerá Las correcciones para saber como vivía la gente a inicios de los años 2000, de la misma manera como se leen novelas decimonónicas, para entender esa época. Una tremenda obra, no sólo por sus más de 700 páginas, sino porque te puede hacer reír con las mismas ganas que hacer llorar, suspirar, mover la cabeza, y preguntarte muchas cosas. Y aprender que, si la existencia es un guión mal hecho, podemos pasarnos la vida insertando las correcciones y de nada serviría. De absolutamente nada.
¿Ven por qué no hay que olvidar a la familia?. Ahora amístense y vayan pensando en cómo harán para sobrevivir a la Navidad. Quizás Pureza, la última novela del autor y que llegó por aquí el mes pasado a librerías o tal vez la propia Las correciones no sería un mal regalo para nuestros padres o herman@s. Paradójico, eso sí. Pesado y tal vez necesario, como las familias, también.