24 oct 2019

Consejos para NO comprar libros (5): Robar, pues

24 oct 2019

3 floritos
Algo clásico de mi generación es mojarse por Bolaño hasta el punto de seguir leyendo cualquier cosa que encuentren de él, así sea un post it. Si Los detectives salvajes crearon escuela, una de sus consecuencias, casi como si de una especie de cosplay se tratara, es darle un nuevo impulso al robo de libros.



Cuando he trabajado en ferias me he visto perjudicado en más de una ocasión por estos polémicos actos de los amigos de lo ajeno. Sería mentir decir que ahí empezó mi relación con el robo (fue en la primaria) pero lo cierto es que una vez le comenté a alguien mi mala suerte y posterior descuento en el misérrimo sueldo que recibía por estar parado como un gil dos semanas en un stand. Ella solo atinó a responder:

"¿Hay gente que roba libros?" 

Sorprendida ante mi revelación, como sugiriendo que con tantas cosas para robar y con el riesgo de que te quemen vivo (lo que le hacen a los ladrones en algunos lugares) vas a ser tan imbécil de robar algo tan poco valioso. "Hasta los libros se roban" títuló un diario de Puebla, como si fuera una estupidez (por cierto, ahí también quemaron vivo a un ratero). Tal vez por eso dicen que robar libros no es robar. Y es que, en realidad, es hurtar, lo que le quita la espectacularidad. Claro, a menos que vayas con un arma a una librería, pero es obvio que de esos casos no estamos hablando (aunque suceden). 

Así que, visto desde la otra perspectiva, sustraer un ejemplar no es en lo absoluto "cool" como nos quieren hacer creer tanto los que están a favor como en contra de Bolaño, Fresán y compañía. No tiene nada de especial y es que, literalmente, hasta un perro puede hacerlo. Entonces la pregunta cae por su propio peso ¿Por qué carajos jugar, no es exageración, con fuego?

La interrogante no es retórica, ni busca justificar dicha conducta, no solo porque no me interesa dar clases de moral; sino también porque en un mundo en que todo es relativo y se puede aplaudir la muerte de alguien (en defensa propia, porque te robó o lo abortaste), no tendría sentido esmerarme en buscar indulgencia para un acto que a veces solo implica la pérdida de menos de un dólar. Solo intentaré explicarla, algo muy diferente.

Podría esbozar una vaga referencia romántica a que "el libro es el alimento del alma" y, como el hurto famélico no es delito (cfr. artículo 445 del Código Penal), mutatis mutandis, el robo de libros sería considerado un ilícito de  bagatela. Pero la respuesta no va por ahí. Ensayo tres.

Ribeyro decía, en La caza sutil, que “El amor a los libros, como toda pasión violenta, está sujeta a toda clase de arbitrariedades”. Una de ellas puede ser el agarrón sutil de obras sin pagar. Y no puedes ponerte en plan "de qué va a comer el artista" pues nunca pensaste en eso las incontables veces que compraste discos y películas piratas. Eso es peor aún que robar un ejemplar aislado, es mantener una industria que gana dinero con la pérdida ajena. El tema es que, en asuntos bibliográficos, nos hacemos muchas bolas por el carácter medio sacro que todavía tiene el papel y la palabra escrita. Como si fuera un caso "especial". En El laberinto de los cincuenta, Iwasaki comenta como se horrorizan que en el colegio se tenga que memorizar poemas, pero nadie cuestiona ser obligado a aprender fórmulas polinómicas o la tabla de los elementos químicos. Este doble rasero ocurre también en el mundillo librero. No nos sorprenden otros escamoteos, pero el de libros nos parece intolerable. 

Una segunda explicación puede partir de la imagen estereotipada que se tiene de los lectores: gente pasiva, sedentaria, que se refugia en la fantasía por no enfrentarse a la realidad. Naturalmente, todo ello es falso y la bibliocleptomanía sirve para demostrar que un lector puede también ser un hombre de acción y sin miedo al peligro. Es una especie de reivindicación o reclamo a la mirada burlona de los no lectores. O, dicho de otra forma, es por pura pose, por tratar de escandalizar, como los artículos de Alberto Olmos (inserta meme de Bart golpeando una cacerola), escritor que, por supuesto, está en contra del choreo. Por eso no devolver un libro prestado no cuenta como robarlo, aunque se la parezca, porque quedártelo no tiene el menor mérito.

Aunque, principalmente, creo que esta rapacería es causada por el significado que puede tener la literatura para los true fans, el verdadero lectodependiente incurable. Cuando los libros son tu religión, no existe norma terrenal que valga. Todo culto exige sacrificios y ofrendas. Y la auténtica devoción se demuestra en los hechos, en poner a disposición de tu fe la reputación y hasta la integridad física. Cualquier puede, en plan chill, ser booktuber y mostrar sus funkos, pero solo un real enfermo de literatosis vilamatiana llega a los extremos (modestos, seamos sinceros) de atentar contra la propiedad privada.

Y eso te lo sugiere constantemente la misma víctima: desde El juguete rabioso de Roberto Arlt hasta el protagonista de 4,3,2,1 de Auster, pasando por uno de los cuentos de Llamadas telefónicasEl nombre de la rosa y el demasiado evidente título de una película soporífera, el robo de libros es un tema común en la literatura. Es casi como que lo legitima.

Así que son libres de atreverse o no. Pero eso sí, nada de ser choro monse como Alfredo Bryce o, peor aún, ser tan sanazos de pedir consejos para aventurarse en esto. Como con el arte de escribir, solo queda guiarse por la luz, cegadora o tenue, de nuestro propio talento. Aunque, quien sabe, por ahí deslizo algún tutorial, algún día...
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7 oct 2019

Consejos para NO comprar libros (4): Tómate un café

7 oct 2019

1 floritos
En Pureza de Jonathan Franzen, la protagonista dice que algo que le hace sentirse feliz es leer el periódico en un café. Aunque parezca ingenuo o hasta snob, por una razón que tampoco entiendo, siempre se ha asociado el café con los libros. Una amiga que le gritaba al mundo los lugares a donde se iba de viaje, antes incluso de que existiera facebook, comentaba que le había impresionado la vida cultural de una ciudad X porque tenía muchos "museos, librerías y cafés". No me quedaba muy claro que tenía que ver una cosa con otra ¿La cafeína inspira la buena literatura? Si fuera así todos los oficinistas harían obras maestras. Hasta donde recuerdo más ejemplos se encuentran en el alcohol o las drogas y no por ello diría que la rockola de la esquina demuestra la vitalidad intelectual de mi barrio.



Se dice que los cafés son tradicionalmente parte de la actividad literaria, un punto de encuentro para la tertulia, la conversación, el libre intercambio de ideas. Pero, temo que eso es algo más del siglo XX. Ahora la única charla que se inicia en un café es para pedir la clave de wifi. ¿Se imaginan un movimiento literario discutiendo en un "Starbucks"? Paso.

Hasta que luego de cavilarlo, y habiendo tomado ya la mitad de mi capuchino, llegué a la conclusión que, después de todo, mi amiga necesitada de atención no estaba tan equivocada: los cafés sí dan su aporte a la lectura. Pero no cualquiera, claro. Solo los que tienen libros.

Si bien es una oferta limitada solo a algunos distritos, es decir, igual que las librerías, los cafés con minibiblioteca están ahí, solo hay que buscarlos. Es una buena alternativa para no solo hojear, sino leer libros completos, sin tener que comprarlos. Aunque en algunos locales los precios son a veces un robo (igual que las librerías), hasta ahora no he visto que un café sea más caro que un libro; a menos que le agregues postre, ahí ya no sale a cuenta). Obviamente hay que tratar de hacerla larga, para demostrar nuestros conocimientos de catador y poder terminar de leer el ejemplar escogido. Hay muchos textos breves, que tranquilamente se pueden acabar en un par de horas. Así, leí uno de Ampuero, Malos modales, y creo que, más lo que tomé, bien valían los 8 soles. A la semana siguiente repetí con Caramelo verde y me pedí un te del mismo color que me salió incluso menos.

Podrían pensar que la oferta de la pequeña repisa de una cafetería no tiene nada interesante. Falso. Justamente porque estas bibliotecas las llenan con los sobrantes o con lo que nadie quiere en su propia casa, se encuentran cosas interesantes o, al menos, difíciles de hallar en una librería, que suele estar más pendiente de lo que está de moda. En mi caso, me llamó la atención algo de Banana Yoshimoto y un texto de Anthony Burguess que, aunque no lo crean, escribió más que La naranja mecánica (un vaso de leche también es más barato que un libro).

Si la taza está vacía y ya te comiste la galletita de cortesía, siempre queda el último recurso: pedir un vaso de agua. Supongo que, para algunos, no se ve muy bien. Y, en general, pareciera que no es chill gastar poco, aunque en instagram las publicaciones con el café y el libro sean muy comunes. Como si, para que la foto salga bien, el libro debe ser propio y jamás prestado.

Cuando estás en crisis económica total, hay un peldaño más bajo: leer en tiendas o librerías. A más de uno se le ha ocurrido ir avanzando, por capítulos, un libro hasta llegar a la última página. Naturalmente, ello es intolerable porque el objetivo de una librería no es que leas sino que compres. Alguna vez leí una novela breve en un supermercado hasta que el personal de seguridad me invitó cortésmente a cesar en mi intento.

Pero existe incluso un escalón aún más bajo si no quieres, o puedes, comprar un libro: robarlo.

De eso hablaremos la próxima semana.
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23 sept 2019

Consejos para NO comprar libros (3): Prestar libros es bueno

23 sept 2019

1 floritos
En el número anterior, comentábamos las ventajas de los libros electrónicos, incluso de los que son bajados gratuitamente. Colgar el PDF de un libro en la web para su descarga es básicamente prestarlo a alguien anónimo, sin recibir nada a cambio. Casi como dejarlo en un parque, como en "Libera un libro" u otras campañas de bookcrossing. Aunque pueden existir algunas dudas sobre la legalidad de esto en el mundo virtual, en el mundo real nadie diría que debe prohibirse prestarle un libro a un amigo o conocido. Curiosamente, esto es visto a veces, como algo peor, pero por las razones opuestas.



Coloca "prestar libros" en google y te encontrarás con auténticos monumentos a la idiotez, ya no diré literaria, sino de simple sentido común. Supuestas "razones" por las que no se debe prestar ningún ejemplar de tu biblioteca (como si fuera la gran cosa). No solo el clásico "Tonto quien presta un libro, pero más tonto quien lo devuelve", que no tiene ningún sentido porque, o te burlas de la honradez o de su ausencia, pero no de ambas ¿o no estás conforme con nada? Veamos algunas otras citas leídas en este artículo.  

"Quien presta un libro, pierde un amigo". En serio, ¿puede existir una frase más estúpida? Despierta, ese tipo nunca fue tu amigo, no le eches la culpa a, no sé, Los detectives salvajes de tu mediocridad para conocer a una persona y darte cuenta de su manifiesta cleptomanía. Además, no es tan difícil "asegurarse": el trueque mutuo, sinalagma que garantiza, sino la recuperación y un método bastante explícito para hacerle recordar al otro que te debe algo, por lo menos una indemnización material y simbólica de que le causas el mismo "dolor" al uña larga.

Y en otra perla de la imbecilidad, el autor dice que no es necesario prestar una obra porque "no estamos hablando de la patente de un medicamento esencial para evitar una pandemia". Precisamente por eso es que se puede prestar, porque nada de lo que tienes en tus estantes es tan importante, no pasará nada si se pierde.

"Los libros son como los auriculares, las jeringuillas, los zapatos, las esponjas de baño, el cepillo de dientes y la férula de bruxismo: no se deben compartir". Por Dios ¿Donde te metes los libros? ¿Sabes? no gracias, creo que en tu caso está bien que no los compartas, pero por salud pública.

El premio se lo gana este: "Prestar libros es un crimen". Como si la solidaridad fuera delito. Pareciera que en el fondo no les importa la cultura ni su difusión, sino solo que la sala se vea rebosante para impresionar a las visitas. A veces creo que estas frases son inventadas por librerías o editoriales, a las que, quizás, no les hace tanta gracia la idea de que exista una situación en la que no ganan nada. 

No crean que vivo en las nubes: también he prestado y varias veces no me han devuelto. Pero, por favor, uno debe superar los traumas. Si te sigue doliendo, anda a un sicólogo. Más de una vez me ha mordido un perro y no por eso voy a juzgar al pelotudo que piensa que es feliz por gastar una fortuna en un animal que no sirve para nada. 

Nadie dice que debes prestárselo a cualquiera. Obvio que a alguien de confianza. Y que tenga ella su biblioteca también, para el canje de rehenes. No tienes que prestar precisamente la primera edición autografiada de tu autor favorito. Existen muchos otros que puedes ofrecer (se supone que tienes una "gran biblioteca" ¿no?). 

Me gusta prestar libros porque es una forma bonita de decirle a alguien, sin palabras, "¿quieres ser mi amigo?". Porque me los devuelven forrados. Porque te da automáticamente un tema de conversación con alguien y, a veces, hasta un gusto en común. Porque cuando me prestan un libro y me gusta, ya sé que iré a comprarlo con la seguridad de que no me decepcionará y de que estoy invirtiendo bien. Porque, cuando se lo presto a alguien, sé que, le guste o no, saldrá de la duda y no comprará por gusto. Por eso hay que prestar libros. Porque, entre otras cosas, es la única forma de que te los presten a ti. Y así ganan ambos.

Si tienes siempre miedo a lo que le pase a tus libros, la solución es simple: solo ten libros electrónicos. O, sino, relájate, anda a dar un paseo por el parque y tómate un café. Tal vez esa sea la solución, como veremos, en la próxima entrega.

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9 sept 2019

Consejos para NO comprar libros (2): Internet, obvio

9 sept 2019

2 floritos
Cuando no sabemos qué hacer, recurrimos a San Google. Quizás así llegaste a este texto, buscando una alternativa a la angustiosa compulsión de la compra. Este buscador, e Internet en general, vienen siendo la respuesta hace años a las ganas de escuchar música y ver películas. Creo que actualmente nadie compra discos ni bluerays pero, por alguna extraña razón, parecería que aún tenemos reticencias para leer frente a una pantalla y necesitamos pagar por las obras que buscamos.

Es gracioso como nos alucinamos tan modernos, siempre conectados y actuales, gastando harto billete en un smartphone, en la velocidad del ancho de banda, pasando buena parte de nuestra vida frente a una pantalla, pero en cuestión de libros, seguimos básicamente en el siglo XIX. Misterio.



Muchos aún se resisten a leer "en PDF" porque supuestamente cansa a la vista, es sinónimo de pobreza (según los memes), manifiesta imposibilidad de fotos para los booktagrammers o simplemente se repite la clásica melopea nostálgica (inserta aquí el floro sobre el placer de romper la bolsita, el olor a nuevo, etc. etc.)

El primer argumento, el único en realidad, fue superado hace años con los eReaders. Confesaré que yo tampoco tengo uno pues, ingenuamente, pensé que algún día "bajarían los precios" o al menos "podría conseguirse en cualquier tienda de Lima". Luego de más de una década, sigo esperando, inútilmente, tal vez. 

Ello, por supuesto, no me ha impedido leer varias veces online. Desde casi todas los bestseller de Dan Brown hasta las dos partes del Martín Fierro, pasando por textos de divulgación (Bryson, Asimov, Morris) hasta cómics. Aun recuerdo cuando se hablaba de la "revolución del libro electrónico", en la misma época de la Primavera árabe. Ninguna llegó por aquí. Y creo que ambas, que empezaron con muchas esperanzas, no terminaron de cubrir todas las expectativas

Los consumidores de libro en papel no solo no han desaparecido, sino que incluso han aumentadoEl eBook no acabó con el libro físico, que ha vencido enemigos más formidables, desde la Inquisición hasta los nazis, sino que incluso terminó convirtiéndose en su aliado, demostrando que ambos formatos pueden coexistir. Pasamos de las tabillas, al papiro, al pergamino, al papel, ahora también a la pantalla. El formato es lo de menos (casi todas empiezan con "p"). En música, se pasó en menos tiempo del disco, al cassette, al cd, al Ares, al spotify. Solo los lectores nos hacemos bolas. Preferimos usar Internet para comprar el libro en una tienda virtual, que descargarnos el mismo libro al instante.



Debo aceptar que aún mantengo un prejuicio. Leer en computadora, entre los ajetreos de la rutina, la bulla y el apuro, no me parece la mejor opción. Por ello, hasta ahora no he leído a ninguno de mis autores favoritos en digital. Siento que debo disfrutarlos con la tranquilidad y el tiempo que se merecen y que, por ahora, no me ofrece una pantalla en la oficina. Pero eso se solucionaría fácilmente con un Kindle que podré usar donde quiera, chill, tirado en mi cama. Y que tarde o temprano terminaré adquiriendo.

No hay excusas, ni es tema de millenials. De hecho,si buscamos en Google, descubriremos que también somos millenials (a menos que tengas más de 40). Y si seguimos buscando, encontraremos más libros que es casi imposible hallar en alguna librería. "¡Vivan los libros electrónicos!" dice Rosa Montero en el prólogo de El amor de mi vida. Si hasta una señora casi en base 7  no se hace paltas, no veo porque nosotros sí. 

Además de la portabilidad, la facilidad de almacenamiento, transporte y la casi infinita posibilidad de conseguir libros al instante, muchos de ellos descatalogados, existe la misma ventaja de sacar un ejemplar de la biblioteca: a veces solo queremos darle una hojeada. Y lo mejor de bajarte un libro de la web es que: ¡¡es GRATIS!!

(Disclaimer: aquí es cuando viene un sanazo y dice que él paga por cada libro electrónico que adquiere porque está en defensa de los derechos de los autores, la propiedad intelectual y blablabla. Muy al margen de que el título de este post es bien clarito, eres tan libre de pagar por un ebook como de conseguir que alguien te lo preste. Pero de eso comentaremos en la tercera entrega de esta serie).
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26 ago 2019

Consejos para NO comprar libros (1): Mis 5 bibliotecas favoritas

26 ago 2019

1 floritos
A veces creo que entregaría las hojas de todos mis libros para revivir las verdes de la Amazonia. ¿Sientes que no puedes hacer nada por mejorar la situación? Tal vez comprar menos, sobre todo los innecesarios, que luego tienes que rematar porque no resultaron tan buenos como decía la contratapa. Créeme, cualquier árbol vale más que muchas de tus adquisiciones. Y quizás algunos bosques sean más importantes que ciertas bibliotecas. No solo la ganadería destruye las selvas: la fabricación de papel tiene un impacto innegable, de acuerdo al Ministerio del Ambiente.

No queremos ponernos en plan Marie Kondo (bueno, ya lo hicimos el año pasado, antes que salga la serie incluso), pero sí darte algunos tips para que gastes menos. Si no te convence nada: No lo hagas por el planeta, hazlo por tu billetera. Hace unos años, dí algunos consejos para comprar libros. Es momento de hacer lo contrario. 







Aquí es donde cito a Borges y lo del paraíso y todo eso. Ay si, ay si. Puro humo, porque muchos que se llaman lectores nunca van a una biblioteca aduciendo que "no pueden leer ahí", "no les gusta" etc. Claro, necesitan toda la concentración del mundo para tan virtuosa actividad, pero no se hacen problemas de leer en un bus maloliente y bullicioso, infestado de congéneres que no tienen su excepcional sensibilidad. 

Por eso el primer consejo es: vayan a la biblioteca. Es cierto que en nuestro país, el acceso a bibliotecas en general (ya ni siquiera públicas) es restringido. Pero con un poco de esfuerzo, uno se encuentra con hallazgos que valen la pena. Así que, de paso, les comentaré sobre mis cinco bibliotecas favoritas, un poco como contrapeso a mis cinco librerías favoritas.

5. Biblioteca Nacional: Aunque sufre la gran desventaja de que no entrega libros a domicilio, por su importancia histórica y tradición, tiene ejemplares casi imposibles de encontrar en otro lugar. Se necesita paciencia, como en todo lo relacionado a la lectura. Por eso, tuve que ir tres veces para acabar un libro de Bill Bryson, que si no no hubiera leído, y pasar la vergüenza de carcajearme ante imaginarias miradas atónitas, porque en realidad no había nadie, además de la señora que cuida.  


4. Biblioteca del Centro Cultural de España: Gratuita, préstamos por 15 días y encima en lugar céntrico. Además tiene una gran colección de comics. Su punto fuerte, lógico, es la literatura de dicho país y también la latinoamericana. Aunque fue el único lugar donde encontré La conjura de los necios y leí por primera vez a Beigbeder. Lo único malo es que abre solo cuatro días en horario de oficina. Privada con espíritu de pública.

3. Biblioteca del Metropolitano: ¡Qué buenos libros se encuentran aquí! Una amplia colección de Anagrama, Salamandra, Seix Barral, cómics. Me atrevería a decir que es mejor biblioteca que la de algunas "universidades". La única donde encontré esa obra maestra llamada Expiación de Ian McEwan. Gratis y con diversas sedes, además de en la Estación Central, en el norte y el sur de la ciudad. Lo malo es que solo permiten llevarte ejemplares a casa por una semana (con posibilidad de renovar a otra) y no hay donde sentarse.

2. Biblioteca Ricardo Palma: Se volvió uno de mis refugios en los últimos tiempos. Tiene dos áreas muy cómodas, una de periódicos y revistas y la otra de libros (y no solo, literatura). Casi gratuita -y gratuita para los que viven en Miraflores-, préstamos por quince días (pudiéndose renovar por igual tiempo), variadas sedes, buen horario e instalaciones cómodas con internet. Ahí leí la última novela de Franzen (que no hay en otro sitio), Houellebecq entre otros y suele adquirir novedades casi todos los meses. Y lo mejor de todo: es estantería abierta. Para qué mas.   

1. Biblioteca de la PUCP: Esta si es privada y aquí entra el feeling y lo subjetivo. Me han prestado material hasta por 45 días y, en otras épocas, solo por horas. Es lo más cerca que me he sentido de la idea de la popular cita borgiana. He leído (y visto películas, escuchado discos y aprendido cosas) tantas veces entre sus muros que es difícil calificar este rincón. 


¿Qué ventajas tiene leer de la biblioteca? Para empezar, se puede revisar con más calma que en el apuro de una librería, sino estás seguro de empezarlo o no. Pero además es una buena herramienta para motivarte a acabar una obra y tener un plazo fijo para hacerlo, que es el de devolución. A diferencia de muchos libros que compramos y siguen ahí, sellados con su bolsita y todo, durante años.

No es ponerse en plan progre, no existen solo razones ecológicas o económicas. Es un tema de nuestro derecho de acceso a la cultura. Pero como tus prejuicios pueden más, tendré que aplicar el ad hominem: Alberto Olmos adora las bibliotecas. Y a él no lo puedes acusar de progre, tal vez de machista, cínico o lo que sea, pero de progre no. Si hasta se burla de Greta Thunberg, una chica de 16 años (¡qué malote!) que protesta contra el cambio climático. Así que si él no se hace problemas por leer de una biblioteca, no veo porqué tu sí. 

Confieso como desventaja que las fotos de un libro de biblioteca, con su sello y código en el lomo, no salen tan bien en Instagram, lo que supongo es lo que más preocupa a algunos. Porque son tan giles que piensan que #PrayforAmazonia es una pérdida de tiempo, pero por alguna razón sus "historias" de Instagram, no. 
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13 ago 2019

FIL 2019: Este post no cumple con la paridad

13 ago 2019

1 floritos
Esta FIL no estuvo dedicada a un país. Estuvo dedicada a un hombre. Cualquiera que hubiera sido, a alguien no le iba a gustar.



Me pregunto si la FIL del 2049 se la dedicarán a una mujer (y si, para empezar, habrá feria o al menos un planeta habitable). O, si al menos, existirá una mayor igualdad entre géneros. Este debate también ha afectado la literatura, sobre todo desde hace unos meses en un manifiesto contra la Bienal del mismo homenajeado en esta FIL, la que se criticó por haber sido organizada sin perspectiva de género y con "machismo subyacente". Luego vino la respuesta, dimes y diretes y, como era fácil de prever, estalló en la misma feria, específicamente en la inauguración en la que solo había hombres. Y después las decisiones de no presentar libros, las peleas por redes, etc. Lo de siempre. Como el machismo. Es innegable que existe en la sociedad, aunque muchos no quieran reconocerlo, pero no es lo único que nos cuesta percibir.

Tal vez podríamos empezar por reconocer lo obvio: que la FIL es un evento privado organizado por un gremio de empresarios, la Cámara Peruana del Libro. Su principal objetivo siempre será mejorar su actividad económica. Por eso, parte importante de esta Feria son las "jornadas profesionales" que, básicamente, son una oportunidad de negocios.

Es cierto, que también es en parte, una actividad cultural, en que se ofrecen presentaciones y conversatorios (de lo contrario sería absurdo comprar una entrada solo para ingresar a stands, nadie paga para ver tiendas, ni siquiera para las librerías más hermosas). Pero festival cultural, con ese nombre, es el Hay Festival. Podría decirse que esa es la justificación para que se cobre derecho de ingreso. No recuerdan que hasta el 2005, la FIL era gratis. Es verdad que no tenía tantos invitados de renombre como ahora, pero también es cierto que solo en los últimos años han llegado un par de premios Nobel y autores novedosos (antes la situación era penosa). Y a los que pagan por tener un stand que son, finalmente, los que sostienen la FIL seguramente les importará más que su inversión sea rentable más allá de otra cosa. Créanme, si no les es rentable no lo van a hacer (acuérdense de la Feria del Libro de Lima Norte). Y están en todo su derecho.

Por eso, es ingenuo pretender adjudicarle a un evento privado la obligación de tener un número de mujeres determinado en una mesa de inauguración. A diferencia de un organismo estatal, que deben acatar directivas inspiradas en políticas públicas, los privados no pueden ser forzados a cumplir algo no previsto en la ley. Una cosa es una lista para el Congreso y otra un panel. Existe el derecho a la participación política, pero no a ser invitado a una presentación.

Distinto es cuando las empresas que decidan solidarizarse con algún movimiento u optar por alguna postura voluntariamente, como por ejemplo el apoyo a una mayor paridad o visibilización de las mujeres. Aunque, siendo realistas, es fácil concluir que, en muchos casos, colocarse la insignia pro-algo es más estrategia de imagen que compromiso sincero. 

La paridad y la igualdad son importantes, pero es algo que, como un abrazo, no se pueden forzar en ciertos ámbitos. En Como ser mujer de Caitlin Moran, con un feminismo tan lúcido como divertido y que nos convence lo necesario que es, la autora nos cuenta como, en sus inicios como periodista musical en los 90, veía con sorpresa como casi todos los rockstars eran hombres y, ahora, sucede todo lo contrario: las más vendedoras y reconocidas son mujeres. Y todo eso sucedió sin cuotas ni boicots sino naturalmente. Finalmente, los lectores son siempre los que deciden. Y nadie puede obligarlos a leer la misma cantidad de mujeres que de hombres, porque (¡oh, sorpresa!) hay cosas que no se pueden obligar, por más buenas que sean.



Quizás lo que necesitamos es más espacios para la visibilización de las mujeres en literatura, una feria sin fines de lucro como principal motivación. No solo la AntiFIL, sino tal vez un evento de carácter público, organizado por el Ministerio de Cultura y que no sea todos los años en la capital (de esa invisibilización pocos hablan). Podría ser en febrero o marzo, para aprovechar el impulso de las compras escolares. Librerías y editoriales estarían felices de tener otro espacio más, porque a muchas les importa más que compres libros aunque no los leas, lo que venimos diciendo hace años. Si un Ministerio gasta millones en un evento como PerúModa, no veo porque no puede hacerlo en "PerúLibros". Lo importante es encontrar soluciones.  No tiene sentido convertir esto en una guerra con bandos irreconciliables. Total, por el mismo tema Marisa Glave se abrazó con Luz Salgado ¿no?

Recuerdos de otras FIL:










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27 mar 2019

Los tiempos del odio - Rosa Montero

27 mar 2019

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Como diría Sprite, es temporada de haters. Vivimos los tiempos del odio. Pero hay que mantenerse fresco. Y este libro vaya que lo logra.



Debo admitir que quizás me puse también un poco hater con Rosa Montero y ya le estaba perdiendo un poco la fe por sus dos últimas entregas. Su última novela, La carne, creo que no es tan buena como la mayoría de las que le hemos disfrutado. Y la anterior a ella, El peso del corazón, la segunda parte de la saga de Bruna Husky, no mantuvo el interés de la primera, Lágrimas en la lluvia.

Sin embargo, sin amor no vale la pena vivir. Y algunos personajes (y algunas autoras) nos son tan queridas que es difícil no volver a ellas. Sobre todo si vemos que en este tercer volumen, no solo hay la cuota necesaria de aventuras y acción de la saga – que pide a gritos una película – sino también una nueva evolución física y sicológica en la protagonista. Eso es probablemente lo más interesante de esta última historia: la transformación tanto del personaje de Bruna Husky como de la niña rusa e incluso, la contraparte masculina, Paul Lizard.

Como en toda buena trama con tintes policiales, nada es lo que parece y ahora el mundo de la protagonista se enfrenta a una triple amenaza: los Ins, la guerra con Cosmos y la misteriosa incursión en política del millonario Lago. Además vemos a la tecnohumana en varias situaciones inesperadas (una al estilo de la película Gravedad) y distintas a la de sus peripecias anteriores, incluida una en la que tiene que adaptarse a una época muy antigua para ella, un poco en la onda de la también tercera entrega de Volver al futuro.

Pero lo más interesante, es que por fin se descubre el origen de la replicante, con un guiño quijotesco, y las últimas páginas son las mas conmovedoras, que te dejan el corazón latiendo agitado. Definitivamente esta es la más trepidante y la mejor de la trilogía (y hemos reseñado todas).

Creo que, como en Toy Story o Indiana Jones, la franquicia debería acabar aquí, en su tercer episodio. Sin embargo, la escritora tiene entre sus planes, escribir una cuarta parte. Tal vez valdría la pena si matan brutalmente al bubi Bartolo, esa mala copia del mordelón de Futurama.
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18 mar 2019

Americanah - Chimamanda Ngozi Adichie

18 mar 2019

1 floritos
¿Por qué la gente preguntaba "De qué trata" como si una novela tuviera que tratar de una sola cosa? (p. 255)

Hace casi diez años, cuando empecé con este blog, me preguntaba si era machista por haber leído tan pocas mujeres (y que no me haya gustado ninguna). Muchas cambios han sucedido desde entonces, personales y del rol de las mujeres en el mundo. Puede ser incómodo hablar de temas de género, como también lo puede ser de la raza o de la clase social. De esto y mucho más va esta novela.



Americanah es la visión del mundo principalmente a través de los ojos de dos grandes personajes como Ifemelu y Obinze, los dos pilares que sostienen la obra a través del relato de varias generaciones y tres continentes. Son más de 600 páginas, en tercera persona, en la que buena parte de la historia se narra en una peluquería, así como Conversación en La Catedral se relata en un bar.

"(...) leyó una novela tras otra y se sintió defraudado: nada era solemne, nada era serio, nada era perentorio, y casi todo se disolvía en la nada de la ironía" (p. 339)
La profundidad sicológica, las reflexiones atinadas, la filuda ironía y la desconcertante lucidez de la autora hacen de este libro uno destinado a cuestionar muchas de nuestras creencias y prejuicio y darnos cuenta lo parecidos que somos: no pensé que seríamos tan similares a Nigeria, tenemos los mismos desalojos violentos a ambulantes, la misma obsesión por el pollo con papas fritas, la costumbre de limpiar los cubiertos con servilletas, la huachafería.    

La novela incluye muchas reflexiones, algunas surgen del blog de la protagonista, que analiza el racismo de forma muy interesante (o al menos más que algunos que se dedican al tema como Marcos Avilés) A pesar de ello, no se pierde el interés por la historia, que empieza in media res: queremos saber como  Ifemelu llega a establecerse en Estados Unidos y si llegará o no a encontrarse con Obinze.
"Ni siquiera puedes leer narrativa estadounidense para formarte una idea de como es la vida real hoy en día. Lees narrativa estadounidense para enterarte de cosas que hacen los blancos disfuncionales y son extrañas para los blancos normales" (p. 439)
Aquí no sucede eso. Como pasa con Jonathan Franzen, el libro es una potente radiografía de nuestros tiempos. Al igual que en Libertad o Pureza, la narración en tercera persona tiene algunas "islas" en las que los personajes hablan sobre sí mismos en primera persona, en este caso, Ifemelu mediante sus blogs. Y me imagino la sonrisa burlona de la autora, al compararla con un hombre blanco norteamericano pero, por ahora, es el referente más cercano que tengo. ¿Ombliguismo machocéntrico? Tal vez lo sean también las precisas referencias que hace la autora de otra novela de un varón blanco anglosajón: El revés de la trama de Graham Greene

El revés de la trama puede parecer una Americanah, al revés. Es la historia de un hombre blanco anglosajón en África, sus dudas, su hastío, su sentido de lo que es correcto o no, de su vida vacía. Y sobre todo es un libro sobre lo difícil de la elección: elegir a una persona, elegir su amor; temas que también son importantes en la novela de Chimamanda. Escoger el amor puede ser tan difícil como escoger el país donde vivir o nuestra verdadera identidad. O el cabello ideal.

(A partir de aquí hay algún spoiler, pero muy suave)

En la primera parte del libro, cuando los dos miembros de la pareja son aún solo niños en la escuela, oímos la queja de Obinze a Ifemelu porque su mamá le obliga a que le guste la novela del británico, a pesar que él prefiere leer lo que viene de Estados Unidos aunque sea "ligero" (p. 104). 

En la mitad de la historia, luego que Obinze ya ha pasado por la "experiencia occidental", cambia de opinión y desdeña las obras que no pueden "abordar la complejidad real y profunda de la vida humana (...) Greene es el polo opuesto, demasiado taciturno" (p. 355).

En la parte final, Ifemelu confiesa que leyó el libro por la madre de Obinze, que le encanta y que es "(...) auténtica literatura, la clase de historia humana que leerá la gente dentro de doscientos años" (p. 565). Obinze se da cuenta que Ifemelu es como su madre, es como él, sienten lo mismo. El círculo parece cerrarse.       

Incluso, luego que la novela parece una sucesión de varios hechos, recién en las últimas 60 páginas se da un auténtico "revés de la trama" y la intensidad de lo que pasa conmueve y apesadumbra, aunque el final es algo apresurado.

Americanah es una obra que refleja la complejidad real y profunda de la vida humana y que espero que se lea en doscientos años. Y que puede ser un reto, si estamos acostumbrados a leer siempre lo mismo. Pero el libro se abre y te repite la misma palabra con la que termina: "Entra".  

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1 ene 2019

Recuento 2018

1 ene 2019

1 floritos
Si el 2019 va a ser la secuela del 2018 (el año pasado nos malograron la Navidad, ahora el Año Nuevo) quizás no sean tan mala idea hacer un recuento del año para saber lo que nos deparará el futuro.

No hay que perder el optimismo. El 2018 tampoco se perdió. Parte de ello se debió, en los primeros meses, al espíritu mundialista. Buena cantidad de los libros más publicitados a inicios del 2018, fueron los relacionados al fútbol. Incluso los libros de Peredo, tuvieron un segundo debut, por el efecto Rusia y la temprana muerte del relator deportivo.


Incluso, se llego al caso, inédito, de llevar a un exmundialista a un evento como el Hay Festival (chúpate esa Salman Rushdie!): Julio César Uribe no lo pensó dos veces en Arequipa y dijo dijo "pa' bravo yo".

¡Ah, también vacaron a PPK! Pero, volviendo a lo importante, al final el campeón fue Francia y no importó que no tenga un juego agradable a la vista, lo esencial es invisible a los ojos. (además me agradan porque mi tío está en su escudo).


Terminado el sueño futbolístico, volvimos a nuestra pesadilla: algo peor incluso que cuando un amigo no te devuelve el libro que le prestaste hace meses:


La corrupción de un grupo de jueces y demás integrantes del sistema judicial dominó el escenario político y lo haría hasta ahora. Escucharíamos a estos personajes hablar de sus gustos "bibliográficos" y hasta quejarse del precio de las "obras".   



Mas allá de precios, la FIL de 2018, fue la mejor en años: tuvo momentos para recordar como la protesta durante la presentación del libro de Faverón, los aplausos a Gorriti y las quejas de Marco Avilés porque los sacaron a media presentación. Pero lo mejor fueron los invitados como Jonathan Franzen, Rosa Montero, Ray Loriga, o Santiago Posteguillo.

Y las denuncias ese año no serían solo contra el autor de El anticuario, sino también contra Rodolfo Ybarra, Reynaldo Naranjo, Domingo de Ramos. Ya parece que el acoso es un subgénero de la literatura nacional.

En setiembre se prorrogó por un año más la ley que exonera de impuestos al libro, gracias al Congreso. Y una integrante de esa banda tuvo una curiosa expresión respecto a una conductora de un programa de libros


Pareciera que para ella tener mucho tiempo para leer fuera malo XD. Uno siempre puede hacerse un espacio en la agenda, el problema es estar Chihuán.

Contrario a lo afirmado por Oswaldo Reynoso, en octubre sí hubo milagros, empezando y terminando ese mes con la prisión de dos personas, padre e hija, apellidadas Fujimori, a pesar de los esfuerzos de sus abogados.



Ese octubre, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, no hubo Premio Nobel de Literatura, y el "Nobel alternativo" tampoco tuvo como ganador a Murakami, que se retiró de la nominación.

Finalmente, por más referéndums o finales de Copa Libertadores entre Boca y River, este año me vuelve a dejar la sensación de que no hay nada mejor que un buen libro.






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