Quizás debí iniciar mi viaje por aquí. Este puerto solía ser punto de llegada a muchos visitantes sudamericanos, como puerta de entrada a Europa. Poco antes de la publicación de Rayuela, Cortázar viajó hasta esta ciudad italiana para acompañar a Aurora Bernárdez en su partida y retorno de Buenos Aires. Incluso, en su novela Los premios, en que los personajes se encuentran en un barco con rumbo desconocido, uno de ellos dice que los llevarán "(...) a Génova y de allí en autocar por toda Europa hasta dejarnos hechos pedazos". Creo que Vargas Llosa también hizo un trayecto similar en una de sus primera experiencias europeas, no recuerdo si de ida o vuelta.
Empiezo mi recorrido en la Piazza di Ferrrari. En el centro histórico puedes encontrar, casi uno junto a otro, un palacio renacentista, una iglesia medieval o una muralla de la época romana. Es encantador perderse entre sus estrechas calles, llenas de tiendas y pizzerías. Hay muchos detalles escondidos donde menos se esperan. Por ejemplo, la Iglesia del Gesu e dei Santi Ambrogio e Andrea está engalanada con varios cuadros de Rubens (y la entrada es gratis).
Caminando llego a las Torres de la Porta Soprana, puerta de acceso a la ciudad en la época medieval en que la urbe estaba rodeada de murallas. Ahora está rodeada de bares, trattorias y la atmósfera es distendida y simpática.
Me pregunto si la atmósfera habrá sido igual en 1965, en que se realizó el Coloquio de Escritores Americanos en esta ciudad. Presentes, entre otros, Ernesto Sábato, Juan Rulfo, Augusto Roa Bastos, João Guimarães Rosa y además "el big three" del indigenismo peruano: Arguedas, Ciro Alegría y Scorza, en la que pudo haber sido la última vez que se juntó este trío.
En ese Coloquio también estuvo, como uno de los organizadores, Miguel Ángel Asturias, que vivió exiliado aquí en los años previos a ganar el Nobel y no pudo dejar de sucumbir a un clásico de la ciudad y del país: el gelato. Tanto era su amor por este postre que tuvo problemas con su mujer por seguir esta particular dieta y hasta le compuso un poema a los helados, que pueden leer aquí.
Llego a las ruinas del hermoso claustro de Sant'Andrea, monasterio románico con más de mil años de antiguedad y que se encuentra al costado de la que, se supone, es la casa de Cristóbal Colón. No sabemos si así es en realidad, como también sucede con la novela inspirada en el "descubridor" de América: El arpa y la sombra de Alejo Carpentier, que también estuvo en el Coloquio. Con la cantidad de autores sudamericanos, más bien pareciera que fuéramos nosotros los que "descubrimos" Génova, ciudad que - tal vez injustamente - no sea la favorita de los turistas.
Génova no es solo punto de llegada, también fue punto de partida. Ribeyro relata en su diario que, en 1958, partió desde esta ciudad de regreso a Lima a bordo del Marco Polo y se lamenta haber esperado tanto tiempo a la famosa C. por gusto. También fue el punto de partida de la carrera literaria de Emilio Salgari, que firmó aquí su primer contrato editorial, para luego recorrer imaginariamente el mundo, del Far West a la India, de Rusia a la Polinesia en clásicos como Sandokán, El corsario negro o El león de Damasco (a los que recordé aquí).
El ejemplo más entrañable es Marco (no Polo), sino el adorable niño que buscaba a su mamá y la fue persiguiendo desde Génova a Buenos Aires, después a Rosario y luego a Córdoba. De chico, cuando leí su historia, me asustaron las penurias de esa interminable peripecia y no pensé que alguna vez haría un recorrido similar, pero a la inversa. Este popular relato se encuentra en Corazón, libro de Edmundo De Amicis (que comentamos aquí) que no nació en la capital de Liguria, pero sí en una pequeña ciudad cerca de aquí: Imperia. Y hacia ahí me dirigí.
Para conocer bien un país, lo mejor es visitar las provincias, más que las grandes ciudades. Imperia es una urbe pequeña, formada por la unión de dos pueblos: Oneglia y Porto Maurizio. Es en la primera donde nació De Amicis. Recorro el lugar y me llama la atención este cartel:
Tal vez no me debería sorprender tanto. Total, Scorza es un apellido italiano. Aunque nunca pensé que la segunda novela de su pentalogía La guerra silenciosa tendría su propio local en Italia. Al menos la idea para la primera, Redoble por Rancas, habría surgido en Génova, en el mismo Coloquio que mencionamos y habría sido inspirada por el mismísimo Arguedas, que denunció la situación que vivían las comunidades de Cerro de Pasco.
No se puede hablar de Génova, y de la región, sin hablar del mar. En el mar de Liguria está el "golfo de los poetas", llamado así porque ahí vivieron en algún momento, entre otros, Lord Byron, Percy Shelley, Mary Shelley, George Sand, D.H Lawrence, Gabriele D'Annunzio, Cesare Pavese, Marguerite Duras... Ah, y también Dante Alighieri, pero de él hablaremos forzosamente más en nuestro próximo destino...
(parece la Costa Verde, pero es Liguria)