Iniciamos el laaaargo viaje a la tierra del tequila y los tacos, previa escala en Panamá, de paso que conocemos el famoso canal que está en pleno 100° aniversario.
Ciudad de Panamá es tranquila, hace mucho calor y el tráfico es moderado. Todo lo contrario a lo que será el DF. Pero no hay mucho tiempo para quedarse, porque hay que conectar con el otro vuelo. Así que solo queda esperar en el aeropuerto.
Llego a la capital de México y voy hasta el metro. Me siento como en casa. Caótico, lleno de gente: estudiantes, trabajadores, punks, mendigos. En el subsuelo hay muchísimas tiendas, fast foods, cabinas de Internet, hasta pequeñas exhibiciones de arte. Y un montón de vendedores de todo tipo de cosas imaginables: enchiladas, gaseosas, periódicos, ropa y por supuesto, libros. Algunos bastante recientes y a buenos precios.
De la estación de Indios Verdes a Ciudad Universitaria el trayecto es largo. Felizmente prestan libros gratuitamente para el viaje, lo que tiene mucha demanda.
Bajo en la estación de la Ciudad Universitaria, fuera de ella también hay varios vendedores. Un libro de Anagrama a 85 pesos. Muestro escepticismo. El vendedor lo baja a 75. Termino comprando otro.
Llego a la UNAM, como el buen García Madero. Ahí la biblioteca es de libre acceso y me paseé a mis anchas, hasta encontrar un libro preciso que pude leer por primera vez (nunca lo había visto en librerías): El viaje imposible. Con Roberto Bolaño en México.
Voy para la Facultad de Filosofía y Letras. Baños de mujeres hay varios. Me pregunto en cuál se habrá escondido la buena Auxilio Lacouture. El cartel es bastante claro. Es mejor no insistir, existen mejores excusas que la literatura para entrar a un sanitario que no me corresponde.
Dentro de la facultad, y alrededor de ella, hay muchos vendedores de libros, en casi todos los pisos. Algunas cosas interesantes, pero decido controlarme y no gastar.
Salgo de la Universidad, y voy a explorar algunas de las cadenas de librerías más conocidas allá como La casa del libro, Gandhi y El sótano. Es fácil encontrarlas, hay sucursales por todos lados, muchas veces una al costado de la otra.
Qué curioso que puedas comprarte libros a cuotas. Si no cobran intereses, no es mala idea. No me imagino a nadie endeudándose para comprar una obra, aunque admito que me las he comprado "por partes", como comenté en otro post.
También me sorprende la cantidad de vigilantes dentro. Hay a veces más agentes de seguridad que lectores. Y un cartelito con las personas "no gratas" que parece justificar su tarea: una larga fila de fotos con gente cargando entre sus manos las pruebas del delito. ¿Tanta gente roba libros? Parece que Bolaño ha dejado escuela.
El DF es interminable. Aun me faltan muchos lugares para conocer, pero no hay tiempo. ¡¡Nos vamos a Guadalajara, a la Feria Internacional del Libro!!
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